José María Marco
La vía del pacto
Al final, el tiempo habrá dado la razón a Mariano Rajoy en su estrategia de «esperar y ver» lo que ocurría con el teatrillo de la formación de gobierno en marcha desde el 20 de diciembre. Rajoy, que algo sabe de política, partía de una constatación básica, que es la clave de la vida política de nuestro país. Todos los participantes de la función que se abrió aquel día pasarían de un modo u otro por ella. Se resume en pocas palabras: todos contra el PP. Se podía haber participado en el teatrillo, haciendo avances al PSOE. La actitud de Pedro Sánchez, de una frivolidad y un señoritismo sin límites, dejó claro que eso era inviable. Sánchez prefería encabezar la «coalición de perdedores», con un único objetivo: que no gobierne el Partido Popular. Ni siquiera eso habrá logrado Sánchez, porque Iglesias ha dejado bien claro que en la posible alianza de populistas antisistema, independentistas y socialistas, el liderazgo no lo monopoliza el PSOE. Más bien al revés.
A Rajoy le quedaba otra opción, que era dejar que se desarrollara el guión según el capricho de Sánchez. Y es exactamente lo que ha hecho. En medio estaba Ciudadanos, que planteaba otra clase de problema. Rajoy podía haberlos tratado con más cariño, que era lo que se ha pedido con mucha insistencia. Lo habría hecho si entre el PP y Ciudadanos hubieran sumado una mayoría suficiente en las Cortes. No siendo así, había que intentar disputar el espacio del centro en el que las dos organizaciones compiten. Y la forma en la que Rajoy ha procedido ha sido dejando (otra vez, «dejando») que Ciudadanos cayera en la tentación de aproximarse al PSOE: elaborar un catálogo de propuestas antirreformistas y anticrecimiento como las firmadas en el texto programático con el PSOE, sentarse en una mesa de negociación con los antisistema y, al final, sumarse al frente antiPP (disimulándolo de frente anti Rajoy, lo que no resultaba demasiado fino). Ahora, Ciudadanos tendrá que optar entre seguir con el frente de izquierdas basado en su programa antirreformas o volver al centro. La rectificación tendrá un coste, aunque Ciudadanos está en condiciones de hacerse perdonar muchas cosas.
Rajoy, mientras tanto, ha entrado en la disputa directa por el centro, que parecía perdido. Y sobre todo, ha pasado de forzar la escenificación de su propio aislamiento a que todo el mundo comprenda que sin el PP no se puede formar gobierno. A menos, claro está, que en el PSOE estén dispuestos a seguir con el experimento a la griega. Descartado esto –al menos en teoría, porque Sánchez es capaz de cualquier cosa– Rajoy ha demostrado que el PP es indispensable para el gobierno de España. Por si fuera poco, ha demostrado que también lo es el PSOE. La demostración ha salido cara, pero Rajoy suponía, con razón, que los costes eran asumibles. Era esta una de esas raras ocasiones políticas en las que se podía escenificar en vivo un ejercicio pedagógico arriesgado.
El resultado había quedado patente la misma noche del pasado 20 de diciembre. Ni siquiera los pobres resultados del PP permitían imaginar otra cosa. Aun así, nuestro país está lleno de soñadores –y sectarios– empeñados en salvar un statu quo que ha volado por los aires en los últimos años. Rajoy acaba de demostrar, en la práctica, que en las nuevas circunstancias, lo nuevo es el pacto. Y no el pacto entre independentistas (antes nacionalistas) y partidos nacionales. Sino el pacto entre los dos grandes partidos nacionales. Es lo que hay. Y no está tan mal.
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