Reyes Monforte
La vida tatuada
La vida suele escribir nuestra historia en la piel aunque nosotros tenemos la facultad de reescribirla y hacerlo a nuestra manera, de nuestro puño y letra. El escritor argentino Ernesto Sabato lo reflejó como nadie en su novela «El túnel»: «Vivir consiste en construir futuros recuerdos; ahora mismo, aquí frente al mar, sé que estoy preparando recuerdos minuciosos que alguna vez me traerán la melancolía y la desesperanza». Tan importante es recordar como tener algo que recordar. Y nunca es tarde para hacerlo.
Hace unos días, un hombre de 71 años que acababa de perder a su mujer decidió entrar en un establecimiento especializado en tatuajes. Jamás pensó acceder a un lugar así, pero la vida suele llevarte a lugares nunca imaginados. Quería tatuarse la dedicatoria que su esposa le había rubricado en una foto 50 años atrás: «Te quiero. Pilar». Su intención era hacérselo en la palma de la mano, quizá por discreción o por disfrutar en solitario del privilegio del recuerdo. Pero le convencieron para tatuárselo en el brazo porque ahí no se borraría nunca y podría verlo todos los días. Él solo pidió que se hiciera con la misma tinta azul utilizada en la dedicatoria, quizá para que el recuerdo se pareciera más a lo vivido. Cuentan los que le realizaron el tatuaje que cuando salió del local les confió: «Esto es lo que hace un hombre enamorado».
No está mal eso de tatuarnos la vida porque algunas veces se nos olvida lo más importante que tenemos en ella. Incluso cuando lo perdemos, corremos el riesgo de no volver a verlo. Los recuerdos, como la memoria, también se llevan grabados en la piel. Su historia ha emocionado a miles de personas que la hicieron viral en apenas unas horas. Está bien que estas historias irrumpan con fuerza en la actualidad cuando la tenemos repleta de sucesos agresivos, violentos y deliberadamente ofensivos. Hay sed de este tipo de sucesos. Y ya se sabe que lo mejor para saciar la sed es beber. Así que, «bebamos», que son cuatros días y mal contados. Empecemos ahora a escribir los recuerdos por si algún día necesitamos leerlos para recordar que estamos vivos.
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