Jorge Urosa
Lágrimas en la lluvia
El final del invierno y la llegada de la primavera nos ha traído a Madrid la agonía de la temporada de lluvia y el deshielo. Este año ha sido el más lluvioso, especialmente en marzo, desde los años cincuenta. A ese hecho se le une que las cuencas serranas de nuestros ríos tienen el doble de nieves que la media de los últimos años. La citada combinación hace que la próxima llegada del calor deba ser contemplada con cierta inquietud.
No se trata de ser alarmista, pero sí de ser cautos y precavidos, lo que le faltaba a nuestra maltrecha economía y a nuestra moral es repetir las inundaciones del sur de España. La bondad para el turismo de nieve y para la Sierra madrileña de un año de nieves y de un agua que asegura el suministro para nuestros embalses y para nuestro campo, no se puede convertir en un desastre ni económico ni personal.
Habremos de estar atentos para evitar lágrimas en la lluvia. El desembalse de estos últimos días, según «el borrascas», ha funcionado bien, esperemos que a nadie le dé por cantar a la Virgen de las Cuevas y que, efectivamente, se cumpla aquello de que año de nieves... sin mayores complicaciones.
La verdad es que Madrid, como España, parece que está obligada siempre al exceso o al defecto; si llueve, porque nos ahogamos, y si no llueve, porque nos secamos; pero excedidos o defectuosos, siempre salimos adelante y vamos a salir de las lluvias, del deshielo, como lo haremos de la crisis, de los deshaucios y de la corrupción aunque sea en balsa.
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