Educación
Lanas y guitarristas
A ciertas edades se les perdona todo. Mientras se atraviesa la juventud, uno es preso de dos rasgos característicos, causas ambas de un amplio rango de generalidades derivadas. Son el adanismo y la termodinámica. Todos han debido percibirlos alguna vez. El primero se fundamenta en procesos temporales que degeneran en fenómenos historicistas; el segundo, en procesos hormonales que derivan en el más puro caos. Por eso a los jóvenes puede permitírseles cultivar lanas en la mollera, fumar grifa, zarandearse en lianas y hasta opinar de política. Resulta enternecedor observarlo. Sucede cuando se atiende el argumentario de un sindicato de estudiantes. En la coyuntura, además de contar con el guiño de un sector de los profesores –quienes se benefician del cimbreo ajeno al nogal–, el adolescente exhibe la misma testosterona de una clase dirigente entre bucólica y estercorácea. Y la consejera de Educación, Adelaida de la Calle, otra que tal, insinuando el horror al que podría sometérsele al niño evaluado, quien finalmente no lo será por el juego de las «prevaricacioncitas». Adolescencia, divino desdoro. El desvarío del neo-progresismo campante radica en la hermenéutica. La realidad circulante es solamente el origen. Impregnada hasta los tuétanos del relato cristiano de sus mayores, esta socialdemocracia yerra en la trasposición de la parábola de la oveja descarriada a nuestros días. Aquellos jóvenes que hoy amasan el poder desde las instituciones se iniciaron en un pop religioso de lánguidas melodías y acabaron de sustancias lisérgicas hasta el cuesco del dátil. Es natural por tanto que extravíen al desmadrado real. La oveja no era eso. Pero siguen con la igualdad por abajo y con las guitarritas.
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