Ángela Vallvey
Las novias
Son las novias de la muerte. Muchachas cautivadas por la llamada de lo oscuro. Quieren «casarse por horas» con yihadistas, convencidas por la propaganda de estos empresarios del terror global. Salen desde Huelva, o Austria, y viajan lejos, para terminar sirviendo al ISIS con su cuerpo, todo lo que una mujer puede ofrecer, su único valor (digamos) en el autodenominado Estado Islámico. Esclavas sexuales. Los violentos las captan porque son hermosas, inexpertas, tontas. Tienen ojos claros, de mirada soñadora. Las hacen posar con metralletas, vestidas de fantoche, con palabras en árabe que ellas ni saben leer. Eslóganes funestos apretándoles la frente. Las últimas son dos adolescentes austriacas de origen bosnio. Samra y una amiga huyeron diciendo: «No nos busquen, serviremos a Alá y moriremos por él». Parece que al menos a una de ellas la han lapidado por intentar huir de aquel infierno.
Hayat Boumeddiene era la mujer de Amedy Coulibaly, un delincuente de poca monta que se convirtió al islam y terminó asesinando a lo grande: cuatro personas en un supermercado judío al Este de París, días después de los asesinatos del «Charlie Hebdo». Esta guapa joven, de aspecto lánguido y pasota, cuya foto ha dado la vuelta al mundo, se escapó tras las matanzas de Francia a comienzos de año, pero ha ejercido su influencia, como monstruoso ejemplo, en otras terroristas como Hasna Aitboulahcen, que reconoció sentirse embelesada con ella.
Nada embruja tanto a jóvenes problemáticos, alocados, que tontean con la droga y no tienen arraigo familiar, como la imagen de una belleza con un AK47 en los brazos y una aparente causa por la que ha decidido matar.
Ya ocurrió desde mediados del siglo XX, con el fenómeno de los «guerrilleros». El fotógrafo Alberto Korda, y su instantánea casual del Ché Guevara, en la que el retratado aparecía con aire seductor y lúcido, sin saberlo hizo más por la causa de la llamada «revolución» que todos los discursos de nueve horas de Fidel Castro.
Es la imagen de la belleza peligrosa lo que consigue encandilar fatalmente a jóvenes que no tienen rumbo en su vida. La imitación de ídolos sombríos pero apuestos, que aparecen como modelos de inteligencia, fuerza y poder –casi siempre homicida– es la mejor escuela de reclutamiento para el terror. Lo malo es que, después de salir en las fotos y/o ser violadas, a veces las lapidan. Pobres niñas: consiguen casarse con la muerte. Para siempre. De verdad.
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