Crisis económica
Las nuevas «subprime»
Hace diez años, la crisis global de liquidez llegaba a la Eurozona cuando dos fondos monetarios de BNP Paribas tuvieron que suspender sus reembolsos debido a su incapacidad de encontrar compradores para sus inversiones (titulizaciones hipotecarias subprime). Un año después, se produjo la quiebra de Lehman Brothers que desencadenó definitivamente la Gran Recesión. Ahora, habiendo pasado ya una década, la UE asegura haber dejado definitivamente atrás sus heridas: «la crisis ya ha sido superada», nos repiten. Y, en parte, es indudable que lo ha sido, los sectores burbujísticos y el exceso de deuda privada que nos condujeron a la depresión han desaparecido y ya no constituyen, a día de hoy, amenaza alguna. Sin embargo, las políticas públicas con las que se trató de contrarrestar algunas de las manifestaciones de esa crisis –en concreto, las políticas monetarias y fiscales expansivas– nos han dejado una herencia de muy complicada digestión. Por un lado, la deuda pública de la Eurozona ascendía en 2007 al 65% del PIB; hoy se ubica en el 89,2%, un endeudamiento agregado que, para más inri, esconde grandes diferencias regionales (España ha pasado del 35,6% al 99,4%). Por otro, los pasivos del BCE en 2007 apenas ascendían a 1,3 billones; hoy, superan los 4,2 billones tras el lanzamiento del programa de flexibilización cuantitativa en marzo de 2015.
El saneamiento definitivo de nuestras economías requiere dejar también atrás tales excesos fiscales y monetarios. Mientras sigamos cargando con esas nuevas hipotecas subprime, no sólo estaremos inclinados a experimentar una nueva crisis ante cualquier pequeña perturbaciones que suframos, sino que, hasta entonces, estaremos desincentivando y distorsionando los flujos de nueva inversión que vayan materializándose. Hemos conseguido escapar de la crisis, pero ahora hemos de sobrevivir a los atajos que empleamos para escapar de la crisis.
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