Martín Prieto
Las rayas del tigre
Ningún gobierno de la democracia puede exhibir en un autohomenaje a un ministro del Interior ex presidiario y condenado en sentencia firme por secuestro. Sin contar un ausente Secretario de Estado para la Seguridad que llevó la inseguridad hasta los fondos de reptiles del Estado. El PSOE quiere regresar al futuro sin exorcizar sus fantasmas. José Luis Corcuera, otro ministro del Interior que quiso infructuosamente derogar la inviolabilidad del domicilio se quejaba de mí ante el desaparecido amigo José Luis Gutiérrez: «Era de los nuestros; luego se volvió loco y nos atacó»: El irrepetible Guti le espetó: «Los que os volvisteis locos fuisteis vosotros, que acabasteis metiendo a la gente en cal viva». Sólo Joaquín Almunia en su noche triste electoral pidió blandas excusas por los desafueros. Alberto Ruiz-Gallardón me propuso un ejercicio sobre Felipe González: si le escuchas te fascina; si lees su discurso adviertes que no ha dicho nada. Son las ventajas del carisma del gran comunicador. Aunque Ruíz Mateos sea un perillán el Primer Gobierno socialista comenzó con el presunto ilícito de la expropiación de «Rumasa» y la interiorización de que había que asesinar a los etarras. No supieron resistir la prepotencia. Desde 1936 nadie ha gobernado España veinte años, como los socialistas, salvo Franco, y aún se miran en el espejo y no reconocen quiénes son y qué huellas han dejado en el país, recurriendo al tótem de Felipe para inyectarse adrenalina. FG no va a volver ni acompañado por la Guardia Civil y aunque le preocupa España y el Partido sólo está dispuesto a dar consejos aunque le acompañe Zapatero, gran destructor de la Transición y el felipismo. La izquierda española está más descompuesta que la derecha francesa pero es imprescindible si queremos salir con bien de ésta. Empero el homenaje onanista al primer triunfo de González solo ha sido un akelarre. Al tigre le cuesta cambiar de rayas.
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