José Luis Alvite

Las vísceras de la mafia

Las vísceras de la mafia
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No tendremos una clase política decente mientras los sistemas de promoción interna de los partidos reproduzcan los mecanismos por los que se rige la formación de las cúpulas de mando en las organizaciones mafiosas. Al Capone llegó a lo mas alto después de haberse movido como una víscera en las entrañas del crimen organizado, desde que sólo era un ocioso muchacho de la calle con ansias de llegar e infinita capacidad para quitarse de encima a sus rivales, como ocurre con esos dirigentes que llegan a la cúspide desde las organizaciones juveniles de los partidos sin haber conocido otro oficio, ni haber tenido jamás una ocupación que no fuese la de conspirar. Una vez instalado en el poder, el rudo Capone eliminó sin compasión a quienes le hacían sombra y promocionó con generosidad infinita a sus lacayos mas fieles, que no por casualidad solían ser los más desalmados. Por el camino había dejado la inocencia casi escolar de los comienzos y los escrúpulos que había intentado inculcarle en Chicago el sereno Johnny Torrio, el gánster reflexivo que prefirió dejar la organización tan pronto se dio cuenta de que en vez de placer ya sólo sentía miedo, asco y remordimiento. Igual que hacen los políticos, Capone utilizó el dinero para allanar el camino con sobornos. A veces prefería ser más resolutivo y recurría a la violencia extrema si para convencer a un díscolo los consejos o el dinero eran menos persuasivos que descargar sobre su cabeza un bate de béisbol. Alguien reaccionó en Washington a tiempo de que el crimen organizado no pudriese por completo las estructuras de la Ley. Y Capone, que había sobrevivido a las balas, sucumbió a la presión fiscal. Por el amor de Dios, ¿dónde están en España los contables?