Ángela Vallvey

Líder

La Razón
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Como se aproxima el centenario de la Revolución rusa, que se cumplirá a principios de 2017, resulta oportuno repasar algunos de sus hitos y especies. Verbigracia, la figura del «revolucionario profesional», un agitador cuyo objetivo era comunicar a las masas los mensajes que justificaban los cambios políticos que «el Partido» consideraba necesarios y que se encaminaban a «transformar» la sociedad. Esa imagen de líder sigue vigente.

A menudo incurre en grandes contradicciones. Llega a decir que algo es «blanco» y asegura, al poco, que es «negro». Sus adversarios le criticarán con aspereza esa perenne discordancia en las ideas, lo que a ellos les parece que es toda una refutación de su ideario... Pero se equivocan. Al líder revolucionario le importan un bledo las críticas. Es más, el revolucionario profesional asume la incoherencia como algo natural, y ni siquiera le da importancia. Su ideología es utilitaria, se basa en el provecho inmediato: todo lo que sirva para conseguir algo, se acepta como bueno, y cuando deja de ser útil se rechaza de manera rotunda, como si nunca se hubiera contemplado, usado o creído... Quizás al ciudadano de a pie le pueda generar alguna confusión oír, en boca del líder en quien confía, que hoy «esto es blanco» para al día siguiente escucharle sostener sin sonrojo que «esto es negro». Pero, en el fondo, a esa persona –anónima, sencilla– nadie le paga por pensar demasiado. De hecho, está acostumbrada a que otros piensen y decidan por ella. Cuando le dicen que el calentamiento global acabará con el mundo, se lo cree. Si le aseguran que el calentamiento global no existe, lo aceptará. Le certifican que dormir poco es bueno para la salud, y tratará de acortar su sueño. Hasta que nuevas «autoridades» en la materia confirmen que hay que dormir más, y el buen ciudadano alargará sus horas de descanso...

Así pues, ¿por qué el ciudadano común no había de creerse todo lo que diga su líder (revolucionario o no), en quien confía para que le «arregle la vida», para que influya en su destino de una manera todavía más contundente que sus propios padres?, aunque lo que dicho líder pregone sea distinto y contradictorio cada día...

Claro que sin contradicción no hay historia, que diría Lenin. Y la gente corriente suele hacer lo que le mandan. Además, el líder revolucionario es, por cierto, el modelo de cualquier líder contemporáneo, sea éste de izquierdas, de derechas o centrocampista.