José Luis Alvite
Lluvia con tacones
A Rosario Ballester, coordinadora del Instituto Andaluz de la Mujer en Huelva, no le gusta que las señoras calcen zapatos de tacón porque dice que incitan al machismo. En un sector femenino del PSOE se ha desatado un puritanismo de las formas que recuerda sin duda la aversión de las autoridades soviéticas hacia la coquetería de las mujeres y su apología del feminismo robusto y espermicida de aquellas masculinas y contundentes atletas de la URSS que golpeaban la mesa de formica en la partida de cartas, padecían orquitis y pasaban inadvertidas en el retrete de caballeros. Es curioso que las nazifeministas consideren que la liberación de las mujeres ha de pasar necesariamente por su reconversión en seres incapacitados para la seducción, es decir, prefieren una ruda mujer de ferretería que no le guste a los hombres, de modo que, sin darse cuenta, la señora Ballester predica el mismo modelo de feminidad asexuada que por pura rutina solían preconizar los cardenales. Se trata de un modelo sexual espermicida y hermético consagrado también en los órganos de dirección de Amaiur con la presencia de un puñado de mujeres que parecen el resultado de haberse cruzado en la oscuridad tenebrosa del zulo un ciclista y un laúd. Las autoridades soviéticas combatieron con severidad la coquetería femenina y proclamaron la hegemonía de un modelo rudo y contundente, el predominio de una mujer que pretendían que resultase seductora encaramada con su pantalón de peto y sus eructos de capataz, hasta que se dieron cuenta de que con un aspecto tan abrigado, y mejor aliento, a los hombres les resultaba más interesante un lío de faldas con una oveja. Si ahora la señora Ballester recomienda que se supriman los tacones, cabe pensar que el paso siguiente será sugerir que a las mujeres se les amputen los pies. Olvida esta pobre señora que en la cabeza de un hombre incluso la lluvia lleva tacones.
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