Restringido
Lluvia de basura
Me ha llamado la atención una noticia publicada esta semana sobre el hallazgo por unos jóvenes pastores murcianos de un extraño objeto ovalado en medio del campo. No sabían bien qué era y decidieron enviar una fotografía a su cuñado, un avezado internauta, que en pocos minutos había identificado el objeto como «un recipiente de presión para gases (COPV). Posiblemente de alguna estación espacial». Con esta determinación el joven se adelantaba 24 horas a los estudios de los agentes de la Guardia Civil.
La noticia ha sido enfocada por algunos medios de comunicación como el triunfo de unos jóvenes sobre los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad. Ha habido incluso quien ha aprovechado para guasear acerca de la eficiencia y la rapidez de la Guardia Civil, sin tener en cuenta que tuvo que hacer las comprobaciones pertinentes sobre la posible toxicidad, radiactividad y demás sustancias de riesgo de las que pudiese ser portador el objeto.
Hay también quien se ha apresurado a poner en valor las bondades del acceso a la información en la red y como ha hecho posible, casi milagrosamente, que sólo tecleando unas palabras se pudiese identificar algo que en otros tiempos hubiese sido objeto de un expediente UFO.
Pero la información no es lo mismo que el conocimiento. El conocimiento no solo es el alimento intelectual para los seres humanos, debería ser el objetivo vital último y máximo. Las personas no pueden ser realmente libres si no acceden al saber; la capacidad crítica y de análisis de las alternativas requieren conocer. El saber se relaciona con la libertad a partir de la igualdad.
El conocimiento iguala a los ciudadanos y los hace igualmente libres. Es, por tanto, oxígeno para la vida humana.
Sin embargo, lo que caracteriza, cada día más, a las sociedades modernas y desarrolladas no es la acumulación de conocimiento, sino el acceso a la información.
La información en periódicos, revistas, programas de radio, en televisión, que sigue siendo la actividad de ocio preferida por las personas y, por supuesto, internet, con sus archifamosos buscadores y las distintas redes sociales.
Pero el exceso de información puede llegar a ser asfixiante y, desde luego, puede matar el conocimiento.
Desde que despertamos cada mañana somos receptores de información. Si notas un dolor de estómago extraño, te puedes empeñar en buscar en internet, pero lo más probable es que realices un diagnóstico equivocado y, en caso de que aciertes, será por casualidad.
Es muy difícil resistirse, cuando te han diagnosticado una enfermedad grave, no acudir al Sr. Google e intentar saberlo todo acerca de la enfermedad, ya sea diabetes o un cáncer de colon. Da igual el número de veces que te hayan aconsejado que lo único que vas a conseguir es asustarte más y hacerte una idea equivocada de tu caso. La información está ahí mismo, disponible y a tu alcance, pero el conocimiento es otra cosa. Ni siquiera Albert Einstein hubiese podido en 15 minutos obtener todos los conocimientos que adquiere un médico después de largos y duros años de formación.
De la misma manera podemos escuchar o leer cosas acerca de deportistas, políticos o periodistas, sobre todos los aspectos de su vida, su sueldo e incluso sobre dónde compran sus zapatos, pero no sabemos nada de ellos, porque realmente no los conocemos.
Lo más pequeños saben manejar una tableta o un smartphone infinitamente mejor que sus abuelos, sin embargo, no está claro que su capacidad de abstracción matemática o su afición a la lectura aumente por el hecho de estar inmersos en tanta información, más bien aísla en los desempeños sociales de las personas.
La información debería ser un instrumento que mejore y posibilite el acceso al conocimiento, la tableta debería usarse como apoyo a las dudas de cualquier alumno de Primaria, pero no como un sustituto de saberse las tablas de multiplicar o como método eficaz para no fallar un test sin necesidad de haber estudiado la materia.
Es muy divertida la anécdota del alien que resultó ser basura espacial en Murcia, pero es mucho más seguro que lo haya determinado la Guardia Civil, aunque sea con un día de retraso.
Por cierto, el Sr. Google ha identificado rápidamente la basura, en lo que pocos han reparado es en que sólo nos faltaba que también del cielo cayese chatarra.
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