Marta Robles
Lo importante es volver
C ada vez que releo las nuevas normas de la DGT, tengo la sensación de que estoy viva de milagro. ¿Cómo es posible que haya sobrevivido a aquellos tiempos de mi niñez en los que mis dos hermanos y yo viajábamos en el asiento trasero de un Simca 1000, dando chillidos y pegándonos sin parar, mientras mi sufrida madre conducía todo lo atenta que podía, por unas carreteras que no acababan nunca, rumbo a la Playa de San Juan?
Es cierto que las velocidades de entonces no eran las de ahora, pero también lo es que no es que no lleváramos el cinturón de seguridad por rebeldía o indisciplina, sino porque, sencillamente, el coche carecía de él en el asiento de atrás y en los de delante era tan rígido que era difícil encontrar a algún conductor que se lo abrochara.
Recordando aquellos viajes interminables u otros tantos de mi adolescencia, de «paquete» en moto y sin casco y algunos más en compañía de seis o siete amigos en el sempiterno Seat 600, no puedo dejar de pensar en que, por estadística, me podría haber quedado en la carretera, como les sucedió a tantos otros, sobre todo si se habían tomado esa copita de más que por entonces ni se multaba. Ahora en la Dirección General de Tráfico se han puesto muy serios y aunque a veces parezca que sólo es por afán recaudatorio, yo creo que, realmente, es una apuesta por nuestra seguridad. Ya sé que es incómodo cumplir con todo lo que se nos exige pero, aunque a veces lo dudemos, hacerlo no sólo nos ayuda a conducir mejor para llegar a destino, sino también a conseguir lo importante, que es volver.
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