Alfonso Merlos

Los caraduras

Miente, que algo queda. Es la divisa primera del nacionalismo extremo. Y van a por todas. Sin parar para tomar impulso. Difundiendo masivamente propaganda, deformando la realidad hasta límites grotescos y, eso sí, vaciando el bolsillo del contribuyente iniciativa a iniciativa, disparate a disparate. Todo por ese bien moral que se busca con denodado ahínco y que no es otro que una España partida, enfrentada y encabronada.

Algunos de los que hemos sido señalados como personajes globales más influyentes en Cataluña esperábamos con ansiedad el panfleto de marras para echarnos unas risas (¡todavía sin llegar, cartero!). Pero esto no tiene ni puñetera gracia. Y esto es que en una región en la que hay 50.000 niños con problemas alimenticios, en la que se han cerrado quirófanos a lo bestia, en la que se ha machacado el bolsillo de los funcionarios de carrera no es de recibo que se tiren los euros para contar bobadas. ¡¿Pero qué clase de broma es ésta?!

Pero ahí no termina esta ópera bufa que nos está saliendo carísima. Ahora resulta que el desacatador Gobierno de Mas va a echar el resto presentando un informe cargado de trolas, quién sabe si mirando el horizonte del 12 de Octubre. Porque aquí el fraudulento guión del separatismo cavernario está perfectamente definido: poner toda la carne en el asador para consumar un proceso ibérico de balcanización, pero no dar un palo al agua cuando se trata de defender los derechos y los intereses y el bienestar de los ciudadanos.

Como en la legendaria cinta de Burt Reynolds, «Los caraduras», asistimos a la huida hacia delante de unos jetas obstinados en saltarse la ley a la torera. Y por supuesto sin consecuencias. Da lo mismo. Hay que perseguirlos. Hay que pararlos. Y hay que sancionarlos. Si es antes mejor que después.