Partidos Políticos
Los Dalton y «Visca la terra lliure»
Quiero empezar este artículo expresando toda mi solidaridad a los periodistas y las periodistas que siguen la campaña de Esquerra Republicana. Sobre todo, a los compañeros de radios y televisiones que día a día hasta el día 24 deben seguir por tierra, mar y aire al candidato Rufián. Si la cosa sigue así –y me temo que así seguirá– los profesionales de la información deberán subtitular las intervenciones del señor candidato, porque sin subtítulos no hay quién lo entienda. No porque hable catalán, ni mucho menos, sino porque ese estilo de palabra lenta, de palabra camuflada, de mensaje de tuit –Juan Carlos Girauta de Ciudadanos, dixit– hace imposible poner unas declaraciones en las que el señor Rufián diga algo inteligible.
Todo un contraste con su jefe de filas. Oriol Junqueras en el primer mitin de campaña hiperventilaba. El sablazo de la CUP con el no a los presupuestos, a sus presupuestos, lo tenía en estado de «shock». Así, Junqueras se erigió en el nuevo líder del independentismo –todo un aviso de los trompazos que nos promete la campaña entre CDC y ERC– y empezó a hacer un discurso a lo Lluís Companys con el soniquete de «volveremos a luchar, volveremos a sufrir, volveremos a vencer». Como rúbrica, una obscenidad, «visca la terra, lliure» –viva la tierra libre–, el grito de guerra de la organización terrorista catalana Terra Lliure. Es lamentable que el líder de ERC retoce en la cochiquera para captar algún voto, en estos comicios, proveniente de la CUP.
Pero hiperventilar, lo que se dice hiperventilar, el mitin de Convergència en Girona. Eso sí era hiperventilar. Francesc Homs –a la sazón el candidato–, Carles Puigdemont –a la sazón el presidente apuntillado– y Artur Mas –a la sazón el líder «renovador» y, tomen nota, 129 ex president de la Generalitat– gritaban a todo pulmón contra la CUP. Los cuperos son los malos, malísimos, son los modernos hermanos Dalton, aquellos cuatro tipos con pinta estúpida y malvada que intentaban hacer la vida imposible al héroe Lucky Luke. Cosa que nunca conseguían, evidentemente. Les aseguro que Mas no llega a final de campaña si se desgañita como lo hizo en Girona. O por gritar, o por sacar las elecciones catalanas a colación, ante la mirada atónita de Puigdemont, el que fue puesto como títere y que, ahora, quiere volar solo.
Esta «hiperexcitación» del independentismo catalán contrasta con el encefalograma plano que se registra en el PSOE. El mazazo del CIS ha dejado noqueado a un Pedro Sánchez que sabe que tiene un millón de votos al alcance de la mano pero que no quieren colarse en su fiesta. O el líder cambia de actitud, y le pone ímpetu a la cosa, o los militantes socialistas necesitarán un manual de autoayuda. Ayuda que le ofrece Pablo Iglesias tendiendo la mano –se desconoce si al cuello– al partido socialista con lenguaje paternalista y despectivo. Este fin de semana fui al cine a ver «El libro de la selva». Cuando la boa Ka se acerca a Mowli con un lenguaje suave y envolvente para zamparse al muchacho mi imaginación voló. Vi a Pedro Sánchez a expensas de Iglesias que se acercaba peligrosamente mientras le hacía un anillo. Esta vez sí, al cuello. En el PP, la procesión va por dentro. Suben en votos y ganarán, pero quedarán, ¡vaya por Dios!, en manos de Pedro Sánchez. Rajoy hará bien en temerse lo peor. De momento, no se da por aludido. Al que se le complica la agenda es a Pablo Casado. En Ávila, bajo su liderazgo el PP puede conseguir los tres diputados en liza, según el CIS. O sea, todos. En su despacho, el teléfono de Casado no para de sonar. Todos quieren tenerlo en su mitin. Es bueno tomar nota.
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