Cataluña

Los genios del «pollastre»

La Razón
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El resultado de las elecciones en Cataluña es tan difícil de interpretar como de gestionar. Hay quien se ha apresurado a decir que la victoria ha caído en las fuerzas políticas conservadoras, los que suman los votos de Junts per Catalunya a los de Ciudadanos.

La lectura no es correcta, porque lo que se dirimía en estas elecciones no era la tradicional pugna entre derecha e izquierda, sino la posición frente al independentismo.

Desde esa óptica, si se toman los bloques constitucionalista y separatista, han obtenido más votos y una distancia de 4 puntos las fuerzas defensoras del orden constitucional y, además, el primer partido político en votos y escaños ha sido Ciudadanos.

Esto debería zanjar la discusión, sin embargo, la distribución provincial de escaños, otorgaría a los independentistas mayoría absoluta en el parlamento si llegan a ser capaces de sumar a todos sus parlamentarios, cuestión no exenta de dificultad, ya que ni ERC ni JuntsxCat piensan renunciar al poder y andan enfrascados en su pugna particular por liderar el independentismo.

Los catalanes nacionalistas han demostrado que no quieren mártires, han primado a quien escapó a hurtadillas para no asumir su responsabilidad, frente a quienes fueron encarcelados, pero eso no es definitivo.

En todo caso, si llegasen a decidir qué hacer con el Sr. Puigdemont y el Sr. Junqueras, les quedaría someterse al frenopático de la CUP.

Entre los partidos constitucionalistas, los catalanes han penalizado la ambigüedad de Podemos y los errores de los últimos años del PP. El ascenso de la formación naranja no es solo para Cataluña, en el resto de España también se prefería una victoria de Cs antes que la del Partido Popular.

Cuando un partido político despierta simpatías y a éstas le siguen los votos, es señal de que tiene un espacio electoral propio. Si el Sr. Rivera no se equivoca, cuestión que está por ver, el Sr. Rajoy tendrá un problema a corto plazo.

Otro fracaso evidente ha sido el del PSC. En los días previos a la cita con las urnas, desde la dirección nacional de la calle Ferraz se pronosticaba un mínimo de 22 diputados. Nunca ha tenido el PSC unas condiciones más adecuadas para crecer electoralmente y se le han escapado. A diferencia del PP, para los socialistas, los resultados en Cataluña son imprescindibles en clave nacional para poder gobernar España. Por eso, deberían analizar con detalle el resultado del 21-D que pone de manifiesto dos cosas: la primera, que la subida en intención de voto que detallan los sondeos desde el mes de junio era una ilusión y el PSOE sigue en crisis, cuestión lógica por otro lado, si no cambias nada, todo lo demás permanecerá igual. La segunda, que el PSC se ha convertido en un lastre para el PSOE. El virus del nacionalismo se inoculó en la calle Nicaragua, se centrifugó un buen número de militantes hacia un lado y otro y confundieron a sus votantes más leales, como los del antiguo cinturón rojo de Barcelona.

A modo de resumen, quien ha ganado no gobierna, quien puede gobernar no está, el sustituto de quién puede gobernar está en prisión, a los independientes les ha votado menos gente que a los constitucionalistas, pero tienen más escaños y el PP y la CUP convivirán en el grupo mixto.

Los que tanto presionaron para que las elecciones se convocasen cuanto antes, estarán orgullosos de haber llamado a votar en caliente a los catalanes.

En definitiva, los independentistas, como ha reconocido Puigdemont, han ocasionado en España «un pollastre de collons», pero el que se han generado a sí mismos es mayor si cabe, unos genios, vamos.