Pedro Narváez

Los piojos

La Razón
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Realmente el Congreso más que un guateque, un «show», un esperpento, en fin, esos piropos lanzados al ruedo de la Cámara Baja, lo que parecía era una comuna en la que sólo faltó que Pablo Iglesias se descubriera mujer barbuda y diera el pecho al pequeño Diego, el bebé de Bescansa. Un mudo con aquellas imágenes valían para un documental zen sobre el buen rollo, un anuncio de Ikea o algún otro producto capitalista. Podemos hizo marketing al estilo de esos spots de cerveza que nos alegran los veranos y luego nos deja un vacío mayor que el agujero del donut.

No hacía falta que Celia Villalobos sacara el Filvit dialéctico de los piojos, sobre todo ella que va de verso suelto y espíritu libre no parasitario. Alberto Rodríguez, el de las rastas, acumula un currículum mucho más sucio que el pelo, si es que padece de falta de higiene. Fue detenido por agredir a policías y se mostró orgulloso de ello incluso después de ser elegido para formar parte de las listas del partido. Es un convencido de que a un agente está bien darle caña. Eso sí es un bicho. Ahora un aforado.

Lo peor no son los piojos o las ladillas, que a buen seguro han dejado huella en la historia del Congreso en otras bancadas, sino saber cómo a partir de ahora ese escaparate de lo que según el marido de Villalobos eran cuatro friquis se convierte en pasarela legislativa, que es lo complicado. Quedó un poco viejuna Villalobos, como si los Beatles acabaran de llegar a la plaza de toros. Peor aún si me apuran es cómo va a gestionar Podemos esa sentimentalidad de telenovela venezolana para encajarla en el templo de la razón. Al Congreso hay que llegar llorado y, al contrario que Dieguito, después de hacer pipí y plopló. Pero eso ya es historia. Tal vez el comienzo de otro «Cuéntame» con Iglesias en el papel del cabeza de familia de los Alcántara que en lugar de los chanchullos clásicos de los ochenta se enfanga en conexiones dinerarias con Irán.

Los piojos de Villalobos, al cabo, forman parte del circo que no queremos que levante carpa en el edificio de los leones donde ya han saltado demasiadas pulgas de banco en banco. Podemos puede contagiar la sarna de la demagogia que es de lo que debe huir la diputada popular en esta legislatura. El enemigo está dentro distrayendo al personal con entremeses antes de que empiece el espectáculo. El piojo crecerá como en un «remake» bonzo de «La metamorfosis» para que este año en vez de a Cervantes celebremos a Kafka. En vez de la gran coalición, la gran mutación. Al estilo de Pedro Sánchez.