Lucas Haurie
Los saltos de una vida
Antes de que aparecieran los milleros Abascal y González, al atletismo español lo introdujo en el siglo XX Antonio Corgos, prodigioso saltador de longitud que presume de tres finales olímpicas y otras tres platas continentales. El fabuloso Eusebio Cáceres, que ayer se exhibió en la clasificación con un solo brinco de 8,25 metros en sesión matutina, le arrebató hace tres años el récord nacional junior que poseía desde 1979. Más de tres décadas de vigencia rotas en el Europeo de Barcelona, donde estableció un marcón de 8,27 en la previa para ser sólo octavo en la final. Valga el recordatorio como aviso y conjuro, igual que la historia de Corgos en Los Ángeles'84. En las preliminares, el catalán fue segundo superado sólo por un tal Carl Lewis, pero allí debió dejarse toda la energía porque al día siguiente acabó décimo, con 30 centímetros menos. Su mejor clasificación olímpica fue el quinto lugar de Seúl y la mayor frustración de su carrera, no haber participado en el 92 en los Juegos de su ciudad natal. Más recientemente, España ha obtenido medallas planetarias gracias a Yago Lamela (que desposeyó a Corgos de su mítico récord nacional de 8,23, referencia durante 19 años) en París 2003 y a los hispano-cubanos Joan Lino, bronce olímpico en Atenas, y Niurka Montalvo, campeona mundial en Sevilla y pupila de Rafa Blanquer, el primer español en saltar ocho metros y dominador de la prueba hasta la irrupción de Corgos.
Es decir, que la longitud es una de las disciplinas sobre las que nuestro atletismo ha sustentado sus éxitos, lo que explica que Eusebio Cáceres abandonase las pruebas combinadas para consagrarse en exclusiva a ella. Mañana es el día.
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