Restringido

Los toros y la calle

La Razón
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Desde hace ya unos años, hemos visto el acoso constante de los antitaurinos y los animalistas contra las corridas de toros y el resto de espectáculos taurinos que se celebraban en toda España, hasta que la crisis económica, una cierta desidia de los defensores de la Fiesta, y el terreno conquistado por aquéllos –que han llegado a algunas instituciones tras las últimas elecciones locales y autonómicas–, conseguían su reducción, sin que nadie saliera en su defensa.

El ejemplo más llamativo lo hemos tenido en Madrid con el Ayuntamiento de Podemos y la señora Carmena. Primero, quitaron la subvención a la Escuela de Tauromaquia, donde se forman los futuros toreros; después, se les dijo que sólo debían dar clases teóricas y no prácticas; más tarde se deja de pagar a los profesores; a continuación se quitan los toros de la página de promoción turística de Madrid; y por último, se niegan a entregar el dinero del Premio Nacional de Cultura del Ministerio a la Escuela, que es a quien se le había adjudicado. Y frente a todo este ataque, por supuesto negado por estos señores, algo de ruido en la prensa y poco más.

Hace unos días hemos visto, por primera vez, a los defensores de la Fiesta y del mundo del toro salir masivamente a la calle para defenderlo. Miles de personas llenaron las calles de Valencia para proclamar que la Fiesta Nacional, y todo lo que la rodea, forma parte de nuestras raíces culturales e históricas más profundas, y ha inspirado la creación de los más grandes genios de la música, la pintura, la literatura, la escultura, el cine, tanto en España como fuera de nuestras fronteras. No hay pintor, músico, escultor o escritor de renombre que no haya buscado momentos de inspiración en el toro, el torero y la fiesta popular que se concita a su alrededor.

Pero, además, el mundo del toro es un sector importante de la actividad económica en nuestro país, especialmente en algunas regiones españolas, tanto desde el punto de vista del empleo que genera, como también de lo que produce, así como para la conservación y defensa de nuestros campos y dehesas y del medio ambiente. Los distintos estudios económicos sitúan en unos 3.000 millones de euros la aportación del mundo del toro al PIB de España. Genera más de 200.000 puestos de trabajo directos, y contribuye al sector turístico español con más de 1.600 millones de euros al año. Más de 300.000 hectáreas se destinan al toro de lidia, siendo su ocupación básica para el desarrollo rural de importantes zonas de nuestro país, que se concentran especialmente en Andalucía (51,4%), Extremadura (18%), Castilla-León (17%), y Castilla-La Mancha (11,2%). Y es esencial para mantener el medio ambiente y preservar grandes extensiones de suelo natural, que no se conservarían de otra manera, pues el toro de lidia necesita grandes extensiones para criarse adecuadamente.

Nada de esto se lograría –más bien lo contrario–, si no existiera nuestra Fiesta Nacional y los espectáculos taurinos que la rodean, que forman parte de nuestras tradiciones populares a lo largo y ancho de toda España, con independencia de los territorios y de la opción política que esté al frente, salvo las de estos mal llamados animalistas. La primera consecuencia de su eliminación seria la extinción del toro de lidia, pues dado el elevado coste de su crianza, nadie se dedicaría a ello.

Tras esta cuestión no está sólo la defensa de los intereses económicos de un sector. Está la defensa de nuestra cultura, de nuestras señas de identidad, de nuestras tradiciones, y sobre todo, de nuestra libertad. Para estos adalides del falso progresismo, el verbo prohibir, su favorito, es sinónimo de imponer, y fruto de su pretendida pero falsa superioridad moral, se creen con la capacidad de decidir lo que está bien y lo que no, y lo que es bueno o malo para los demás, e imponen su criterio autoritariamente si es necesario. Y en esa estrategia, tomar la calle, hacer ruido, copar los medios de comunicación y dar la sensación de que son más que nadie, no han escatimado esfuerzos.

Por eso, el que por primera vez los que defienden los toros y, sobre todo, los que defienden su derecho a elegir libremente hayan salido a la calle para decirlo alto y claro y demostrar que no están dispuestos a tragar, es un paso importante que no debe quedar en una mera acción aislada, sino que debe ir acompañada de cuantas sean necesarias en otros ámbitos para lograr su objetivo, que no es otro que defender lo nuestro, nuestra cultura, nuestras tradiciones, y sobre todo, nuestra libertad.

Si esta actitud que han puesto de manifiesto los defensores de la Fiesta Nacional la hubiéramos tenido siempre para defender y contrarrestar los ataques sufridos a nuestras convicciones y a nuestros derechos, saliendo a la calle y a los medios de comunicación, y no hubiéramos dado por ganadas y consolidadas nuestras posiciones sin hacer nada, muchas de las cosas que están ocurriendo quizás no se producirían. No dejemos que caiga en saco roto el acto de Valencia, y tengámoslo en cuenta para defendernos en el futuro.