Julián Redondo
Mandarines
No duda, es parco en palabras y contundente en la respuesta: «Cristiano es el mejor del mundo», «James no sale de fiesta, le veo para jugar y está comprometido». Luego hará lo más conveniente: Bale ya lanzó una falta –al segundo anfiteatro, por cierto– y a Isco le ha dado galones. Los jugadores le dedican halagos que con Benítez escatimaron. Zidane ha caído de pie. El equipo juega bien al fútbol, dos partidos y dos victorias contundentes, en ambos casos con viento favorable. Dispone de tiempo para ajustar las piezas, mejorar la condición física del grupo y ganarse la confianza del respetable, entregado desde el primer día.
Lo dicen los jugadores, que Zidane habla su idioma y le entienden. Y no es que Benítez diera las órdenes en mandarín, es que despreciaban sus métodos de enseñanza. Cristiano no admitía consejos sobre cómo lanzar las faltas, aunque falla el 98 por ciento de los ensayos, y James no le tragaba; tenía tan poca simpatía al entrenador que lo exteriorizaba cuando le llamaba Colombia. Ahora se sabe que Pekerman, su seleccionador, tuvo que enfriarle para que no montara un numerito con Rafa. Lo curioso es que Zidane tampoco le ha elegido titular en los dos encuentros que ha dirigido. Por algo será.
El futbolista lo quiere jugar todo, es egoísta y cuando observa el mundo desde la cima se cree un dios, siempre menor. Algunos se descuidan, otros se obcecan y la mayoría disfruta de más oportunidades que el técnico. James tiene ahora la suya y, con la lesión de Bale, le corresponde pelear por un puesto con Jesé, otro que tal bailaba, porque Isco le ha cogido la delantera. Zidane ha demostrado más confianza en el malagueño que en el colombiano; pero a éste le anima con palabras, aunque Rodríguez espera hechos.
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