Alfonso Ussía
Mangancia austral
Me recuerdan los periódicos que se ha cumplido el primer aniversario del asalto y posterior robo a Repsol en Argentina. La misma teoría que con los bancos cuando son expropiados por la demagogia. Las víctimas de los forajidos que se han apropiado de lo que no es suyo, han sido los centenares de miles de accionistas anónimos que invirtieron sus ahorros en Repsol. Esa señora Fernández, alicatada hasta el techo, tiene ahora un gran problema. La compañía robada está mucho peor que cuando era gestionada por sus legítimos propietarios de YPF. No encuentran socios, se acumulan los problemas laborales, la producción ha caído de manera alarmante y Argentina –curiosa paradoja–, se encamina a una grave crisis energética. En los Estados que no ofrecen garantías, quedarse con una empresa es muy fácil. Lo difícil viene después. Gestionarla con profesionalidad y trabajo. No parece que la señora Fernández, viuda de Él, cuente en su entorno con especialistas en la materia ni gestores cualificados. Meses llevo, y he llevado su ausencia con serenidad y entereza, sin saber nada de las andanzas del niño Kicillof o Killizof,que hasta ahí llega mi desinterés por dominar su apellido cosaco. Pero de una cosa estoy completamente seguro y no tengo inconveniente alguno en manifestarlo. Que tiene muchísimo más dinero que el pasado año por estas fechas. El peronismo, ahora en su ardiente y populista versión bolivariana, cuenta con una amnistía social encomiable. Cada día son más pobres los argentinos, y cada día más ricos los poquísimos argentinos que gobiernan al resto de los argentinos, lo cual tiene mérito. Y ahí no se mueve nadie porque de hacerlo le mandan los matones para advertirles que con la Patria no se juega.
A un año del robo institucional, aún no se ha hablado de la contrapartida económica, que incluso el Gobierno de la señora Fernández, está obligado a devolver. El experto Galuccio –Fernández española, Kirchner alemán, Kilizoff ruso y Galuccio italiano–, es decir, la internacional de la mangancia, tampoco ha demostrado sus dotes empresariales y el bien hurtado ha perdido una buena parte de su valor. En la Bolsa, sus acciones han perdido el 50% de su cotización, y Patria va y Patria viene, Argentina va y Argentina viene, pero aquello no tiene, en principio, ni salida ni solución. No estoy en condiciones de recomendar nada, porque mis conocimientos empresariales y energéticos son clamorosamente nulos. Pero si la señora Fernández tuviera la gentileza de invitarme a tomar un dulce de leche en su compañía, le haría ver que a tiempo está de mitigar su patriótico fracaso propiciando el retorno de la empresa española a asumir las responsabilidades de aquello que le pertenece. Más ahora, que se ha convertido en una católica devota gracias a la elección de un Santo Padre argentino que le ha perdonado, como era de esperar, todas las cabronadas que le hizo, con el apoyo de su marido, mientras el Papa Francisco fue arzobispo de Buenos Aires. Es posible, pero no probable, que Su Santidad regalara a la señora Fernández un catecismo con los Diez Mandamientos, y que de su puño y letra, le subrayara el Séptimo, que le prohíbe robar y apropiarse de los bienes ajenos, por muy Presidenta de la República Argentina que sea. Así pues, llame a los robados y reúnase con ellos. Argentina será la gran beneficiada, vistos los resultados de la gestión del choriceo peronista. Y se lo agradecerán los miles de trabajadores que antes dependían de una empresa seria y ahora están sometidos a la sinvergonzonería de unos políticos sin escrúpulos.
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