Iñaki Zaragüeta
Mas, erre que erre
El caso es no apearse de su Rinoceronte y seguir buscando su isla Barataria. Como si el molino de viento de un Gobierno de concentración –Convergència y Unió (CiU), Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) y Partido Socialista de Cataluña (PSC)–, en caso de que fuera posible, fuera a salvarle del naufragio al que Artur Mas está conduciendo a toda una sociedad, otrora puntera en desarrollo y modernidad. Nadie rechaza la vía de lo posible para adentrarse en la de la nada. Prefiere los cantos de sirena de Oriol Junqueras a la navegación en busca de la calma aunque para ello haya que cruzar mar momentáneamente complicada.
Conclusión: igual que dos no riñen si uno no quiere, dos no se entienden si uno no quiere. Es la decisión adoptada por el presidente de Cataluña en su convivencia con el Gobierno central y con el resto de España. Eso sí, no quiere llegar a acuerdo con España pero, a la vez, quiere que España le garantice la supervivencia. Quiere financiación, la compra de sus productos, el mantenimiento de su sistema financiero y, además, la soberanía, la independencia. En definitiva quiere toda la seguridad de los derechos que la Constitución española le concede, pero ni uno de los deberes que le exige. Quiere, en conclusión, la Luna, como se dice ante un imposible.
Mas se ha dejado llevar por los anhelos de un grupo de nacionalistas radicales dentro de su partido que, como ha demostrado la realidad, habían marcado su objetivo en la creación de un cortijo, por las buenas de la decencia o por las malas del presunto delito. La aceptación le ha conducido a un callejón sin salida. En lugar de rectificar aunque fuera sin aparentarlo, sigue erre que erre. Así es la vida.
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