José Antonio Álvarez Gundín
Ministros con coraje
La palabra «coraje» en boca de Mariano Rajoy cobra una sorprendente resonancia, como si fuera ajena a su diccionario político, de común sosegado y poco dado a la inflamación retórica. No le van el adjetivo rotundo ni la metáfora aniquiladora. Ni siquiera ha forzado el vocabulario para replicar a las provocaciones del cansino Artur Mas. Así que cuando confiesa su admiración por el coraje de Ruiz-Gallardón y de José Ignacio Wert, Rajoy no sólo está haciendo un encendido elogio, sino que además pone en valor una cualidad moral poco frecuente en la gestión política: la firme determinación para cumplir lo prometido en el contrato electoral. Por lo común, los partidos carecen de claridad a la hora de ejecutar sus programas y suelen perderse en relativismos y ambigüedades. Ahí está el caso del PSC, un partido que paga ahora las consecuencias de no haber tenido dirigentes con coraje para enfrentarse desde un principio al separatismo. La principal obligación de un líder político no es agasajar los oídos de la gente ni subir en las encuestas de popularidad, sino cumplir todo aquello por lo que fue elegido. Tanto Ruiz-Gallardón como Wert se han entregado de lleno a sus compromisos sin reparar en el precio, actitud que resulta mucho más encomiable si se tiene en cuenta que sus enemigos más sibilinos habitan dentro del propio partido. Tal vez sean éstos, para que lo oigan los que intrigan en las antecámaras, los destinatarios del elogio de Rajoy. Vivimos tiempos en los que son necesarias elevadas dosis de coraje para hacer frente al paro, a la rendición de ETA, al desafío separatista y al populismo rampante. Que el presidente de la nación lo reivindique, frente a tanto cálculo relativista, como virtud de gobernante resulta muy tranquilizador. En todo caso, sí, Gallardón y Wert tienen coraje por arrobas.
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