Julián Cabrera

Monarquicanos

Monarquicanos
Monarquicanoslarazon

Reiteraba recientemente el Rey Don Juan Carlos a un grupo de periodistas que hay trabajos que, en contra de lo que pueda parecer, no son cómodos. «El trabajo de rey no es ningún chollo», apuntaba el jefe del Estado. Palabras que en un momento poco fácil para la monarquía, acechada por pitones envenenados, eran un auténtico clamor más allá de la constatación de una realidad.

A la institución monárquica, que ha tenido en la figura del Rey Juan Carlos la referencia de la etapa más próspera en nuestra historia moderna, se le han vuelto a aparecer los «muecas» y «cartucho», esos personajes marcados por el chismorreo y el rencor que Martín Santos plasmó en su «tiempo de silencio». Todo vale a la hora de convertir el chisme en espectáculo televisivo, y en oportunismo político cualquier hecho relacionado con el jefe del Estado. Hace días a Pérez Rubalcaba se le congelaba el gesto ante el regalo del líder del PSC pidiendo la abdicación del Rey mientras se celebraba el Debate sobre el Estado de la Nación y más allá, ayer en «Espejo público» de Antena 3, Pere Navarro insistía en su petición recordando una preparación del Príncipe de Asturias que por otra parte todos conocemos. Curiosa y contradictoria postura viniendo de alguien que se declara abiertamente republicano. Y a todo ello se suma algún circo televisivo que ha visto en los aledaños monárquicos todo un caladero, hasta que la «princesa del pueblo» regrese tras un nuevo tuneado... ya saben, «por mi "share", mato». El Rey estará unos meses en el «dique seco» de la actividad física, lógico tras una operación de hernia discal, pero sus facultades y su vigor intelectual permanecen intactos, y eso es tan buena noticia para la estabilidad institucional de este convulso país como pésima para quienes sí tendrán que abdicar del acecho y el acoso a esa estabilidad.