Restringido

Morder al caníbal

La Razón
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Un rasgo de civilización es que no nos comemos a los caníbales. Es evidente que devorar al antropófago sería ponerse a su altura, pero coincidirán conmigo en que resulta de una ingenuidad, rayana en la memez, alojarlo en tu casa, sentarlo a tu mesa y darle acceso a los utensilios de cocina.

Pues algo así pretenden a menudo nuestros «progres» nacionales. Da casi igual el asunto. Se te ocurre decir que ha llegado la hora de aplicar la Ley en Cataluña y te sueltan que estás fabricando a destajo independentistas y que lo importante es dialogar, tender puentes y ser flexibles. Comentas que es un sarcasmo que un asesino de ETA se pasee por su pueblo cuando en su debe tiene decenas de muertos inocentes y te replican, olvidando que la aplicación literal de las leyes no siempre es hacer Justicia, que ya ha cumplido pena de prisión –un par de años por cada cadáver– y que la reinserción nos hace mejores y honra a nuestro sistema.

Y donde ya se ponen estupendos y no hay quien aguante a los herederos de la Alianza de Civilizaciones de Zapatero, es cuando se debate sobre culturas, modelos y política internacional. Asumiendo que los principios por los que nos regimos en Occidente no son inmutables y que nuestros conceptos y principios se han ido adaptando con los tiempos, concluyen en la falacia de que todos los credos, países y civilizaciones son válidos y por tanto respetables. La consecuencia práctica de ese enfoque es que políticos españoles, de los que se presentan a las elecciones y sacan pecho en las tertulias, puedan sin sonrojarse apoyar al régimen chavista de Venezuela, cobrar de los ayatolás iraníes o participar en un aquelarre de Bildu a favor de los etarras presos. Y que encima te escupan en la cara que eres un inmovilista retrógrado y no entiendes.

Por muy relativista que uno sea, parece evidente que no puede hablarse de civilización sin libertad, democracia e igualdad entre hombres y mujeres. Y que nadie, con dos dedos de frente y una pizca de sensibilidad, puede permanecer indiferente frente a la infibulación sexual de las niñas o a la costumbre de asar a la viuda en la pira funeraria del marido.

Pues si tenemos claro que no se puede tolerar el inhumano sati hindú o que ahorquen homosexuales en Irán, tampoco que entierren en vida a un opositor en Caracas o tomen la democracia por el pito del sereno terroristas y separatistas. No estoy proponiendo servir al caníbal asado con patatas y con una manzana en la boca esta Navidad, pero sí darle un buen mordisco. Para que aprenda.