Julián García Candau

«Mou», con urgencias

Simeone subiría a los altares rojiblancos si ganara la Copa del Rey. Sería, además, romper con el maleficio de catorce años sin vencer al Real Madrid. La derrota no le condenará ni tendrá necesidad de pedir perdón ni someterse a acto de contrición porque su equipo no es favorito. Ir de peregrinación a Neptuno no es obligación moral. Sería, eso sí, acontecimiento que habría que celebrar.

José Mario necesita que sus chicos ganen la Copa. Le urge apuntarse un tanto. Precisa ganar un título para regresar a Inglaterra con algo en el zurrón. Eliminado en semifinales de la Liga de Campeones, ninguneado en Liga, no puede salir ufano del Santiago Bernabéu. Vino para ganar la Copa de Europa y se marchará sin conseguirlo. Lo ficharon para que acabara con el dominio barcelonista y sólo lo ha podido hacer en una Liga y en la Copa. Deficiente balance para quien se considera el mejor del mundo. Escasa alforja para quien va perdonando la vida a los demás.

En el partido de hoy, en que el Atlético cambió la dignidad de jugar en su campo por el dinero del Bernabéu, hay deseos de revancha por su parte y máximo interés en la plantilla madridista, que quiere prescindir del entrenador y luchará para restregarle que con sus modos no se alcanzan mayores metas.

Independientemente de los retos, el Madrid es superior. Su juego no es entusiasmante, pero tiene más peso específico. Hay más poderío atacante con Cristiano que con Falcao. Hubo ocasiones en que el Atlético tampoco fue favorito y ganó. Esta vez sería casi milagro.

Posdata. Casillas, si es el caso, debe recoger la Copa.