Alfonso Ussía

Mundialito

La Razón
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Para escapar y descansar de asesinos, de odios y de independentistas, hoy escribiré de fútbol. Intentaré hacerlo ciñéndome a los límites que establece la Constitución Española. Creo que no los sobrepaso si opino que los intereses del fútbol están terminando con el deporte. Que el llamado Mundialito más que un campeonato inoportuno y un título menor es una cuchufleta. Pero algunos se llenan los bolsillos con las cuchufletas. Que no resulta serio ni decente que ese torneo sin interés se celebre en un emirato que sostiene económicamente al yihadismo. Y como madridista, que el esfuerzo, el largo viaje y el cambio brusco de horario y clima, perjudica a un equipo ya de por sí perjudicado. Anteayer, para escapar y descansar de asesinos, de odios y de independentistas, invertí dos horas atendiendo la confusión del encuentro exótico que disputaron el Real Madrid y el Al Yazira. Me aburrí y lamenté que en una temporada no del todo bien llevada por el club blanco, con citas mucho más importantes en el inmediato futuro, el Real Madrid perdiera tiempo y tono desgastándose en semejante tontería. Como es conocido, ganó el Real Madrid por dos goles a uno. Euforia pipera.

Entiendo que camino hacia el precipicio. La prensa deportiva y la forofada compulsiva no van a perdonarme. Con anterioridad a redactar este texto, he consultado con mi gran amigo, abogado y madridista Juan Guerrero-Burgos si mi propósito pudiera invadir los predios de la inconstitucionalidad. Me ha tranquilizado. Y aprovechando que el río Rudrón pasa por San Felices, también me he reunido con otro gran madridista y economista, Alfonso López-Pelegrín, que termina de ser abuelo. Mi tocayo y pariente tiene una ventaja sobre el resto de los madridistas. Hijo de malagueño ilustre, en su tierna infancia visitó con frecuencia la localidad de Arroyo de la Miel. Un dato a tener muy en cuenta.

Y ya lanzado, me la juego. En la prensa deportiva y en la forofada impensante, el futbolista de Arroyo de la Miel, Isco, es intocable. Es cierto que el pasado año, más ligero de kilogramos, jugó unos cuantos buenos partidos. Anteayer, el Real Madrid no hizo el ridículo cayendo ante el Al Yazira gracias a la sustitución de Isco. El juego del Real Madrid se caracteriza por su rapidez. Isco lo detiene todo. Se regatea a sí mismo, y aunque de cuando en cuando acierta, ralentiza de manera insufrible el ritmo de sus compañeros. Y aquí viene mi preocupación legal. Isco corre cada día que pasa con mayor agobio, ya no sorprende a los adversarios y le ha crecido con abundancia imprevista el contorno cular. ¿Es constitucional opinar que está más lento y premioso que nunca y que le ha hermoseado el culo? Juan Guerrero-Burgos me asegura que sí es constitucional, y que por mucho que se indignen los periodistas deportivos, mi opinión encaja perfectamente con la libertad de expresión y los límites de la legalidad.

El «isquismo» no descansa. En el último partido de Liga del Real Madrid, los blancos jugaron con precisión y rapidez. En el descanso le habían endosado cinco goles al Sevilla, que es equipo cimero. No jugó Isco. Jugó Kroos, que no cuenta con las simpatías de un sector de la prensa porque es rubio, elegante, serio y formidable futbolista. Isco no puede dejar en el banquillo a Asensio. Sería un extraordinario valor en un equipo sudamericano. El fútbol europeo es más vistoso, frontal y rápido. Isco necesita un descanso y una dieta más rigurosa. Su precio todavía es muy alto y hay que aprovechar la situación. No sirve para el Real Madrid. Me juego la vida, pero mi verdad y mi libertad me demandan el riesgo.