Alfonso Merlos
Ni chivo ni expiatorio
Ni criminalización ni linchamiento ni búsqueda a la desesperada y sin miramientos de un cabeza de turco, ni persecución sin pudor hasta la aparición de un chivo expiatorio. Na de na. La verdad de los hechos es indubitada. Un señor estaba a los mandos, iba a casi doscientos por hora y hablando por teléfono. ¿Qué más queremos? De salida, algo. Las disculpas de los que han criminalizado y linchado y buscado un cabeza de turco y un chivo expiatorio en la figura de los responsables políticos de Fomento, de Renfe, de ADIF, de todo aquel vinculado con la gestión ferroviaria. Y a ser posible del PP (que esto va de suyo). El mea culpa de todos aquellos que estrepitosamente se han equivocado, y han hecho un daño terrible y hasta cierto punto irreparable. Porque son ellos los que han manchado la imagen de España, y minado nuestra reputación, y perjudicado nuestros intereses, que son los de las grandes empresas: los de sus directivos y sus trabajadores. El ejercicio de flagelación ha sido tan innecesario como patético y antipatriótico. Pero en cuestión de horas la verdad resplandece. Y es lo decisivo. Tenemos una tecnología y una seguridad en las vías de cinco estrellas. Somos capaces de exportar. Somos codiciados por nuestro conocimiento. Somos reclamados por nuestro buen hacer. Hemos desarrollado, gracias a nuestro talento, unos ingenios que ahora se rifan en medio mundo. Y así será a pesar de una desgracia cuya responsabilidad no recae sobre la técnica sino sobre la imperfección inherente al ser humano. Pero hoy más que nunca procede recordar el célebre aserto de Bismarck: «Estoy firmemente convencido de que España es el país más fuerte del mundo. Lleva siglos queriendo destruirse a sí misma y todavía no lo ha conseguido».
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