Marta Robles
Ni le pedirán perdón
Miro los ojos tristes y desesperanzados de Romano Van der Dussen y pierdo la fe una vez más. ¿Les suena el nombre? Es el holandés que ha pasado casi 12 años en la cárcel por unas violaciones que no cometió. Sin examinar las huellas, ni contrastar su coartada, que le situaba lejos del lugar de las agresiones, sólo con los reconocimientos, más que irregulares, por parte de las víctimas, lo metieron en la cárcel en 2003. En 2007, cuando Romano ya llevaba cuatro años de infierno en prisión, donde la «ley del talego» castiga doblemente a los violadores, se descubrió que las pruebas de ADN de una de las víctimas –eran tres, y según la sentencia fueron agredidas por la misma persona– pertenecía a un ciudadano británico. ¿Creen ustedes que eso sirvió para que dejaran en libertad a Van der Dussen? Pues no. Siguió en la cárcel. Como lo leen. Ya saben: los magistrados que no se ponen de acuerdo, la colaboración entre países que no funciona... Hasta que el letrado de Van der Dussen no acudió al Supremo en 2011 para pedir la revisión de condena, nadie puso demasiado interés en descubrir la verdad... Aunque tuvo que seguir esperando entre barrotes a que se deshiciera el disparate. Me mata la pena, pero también la intranquilidad. Saber que los fallos del sistema pueden dejar a cualquiera desprotegido cuando menos se lo espera. Y que importa tan poco que me temo que, a Van der Dussen, por fin ya en la calle, ni las víctimas que lo señalaron en falso, ni los policías que hicieron mal su trabajo, ni el juez que lo metió en prisión siendo inocente, le pedirán siquiera perdón.
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