Julián Redondo
Niños silvestres
Sólo un 48 por ciento de los brasileños apoya el Mundial, luego hay un amplio sector de la población que lo rechaza. No es de extrañar. Joana Havelange, hija del legendario presidente de la FIFA que se vio en coplas como la Dolores: «Lo que había que gastar se ha gastado y lo que había que robar se ha robado». Hace dos años Romario denunció la podredumbre del sistema, lo que hoy es un proceso irreversible. Las noticias no son alentadoras y sé de un surafricano que trabaja en una agencia de viajes en Curitiba que añora la seguridad de las calles de su país...
Manifestaciones diarias por falta de inversión en la enseñanza o la subida del transporte público; indígenas que con arcos y flechas se enfrentan a la Policía; estadios sin terminar y una inversión milmillonaria que choca con necesidades primarias. Corrupción, inseguridad ciudadana, noticias alarmantes sobre el medio millón de niñas que van a prostituirse y el «Niño silvestre» de Serrat que no es canción sino carne: «Niño de nadie / que buscándose la vida / desluce la avenida / y le da mala fama a la ciudad... /Niño silvestre / lustrabotas y ratero /se vende a piezas o entero / como onza de chocolate. / Ronda la calle / mientras el día la ronde / que por la noche se esconde / para que no le maten».
Nubes tan negras como éstas se cernieron sobre Suráfrica en vísperas del Mundial. Y fue un éxito: 3.200 millones de audiencia y 700 millones de telespectadores vieron la final. Allí, donde España encontró Eldorado, cuando el balón dejó de rodar la miseria recuperó el terreno perdido. En Brasil protestan antes para evitarla. Ah, hoy juega España un amistoso contra Bolivia. Es rodaje, como si empezara el Mundial.
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