Carlos Rodríguez Braun

No tan salvaje Oeste

La Razón
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Hace unos años leí un interesante libro de Bruce Benson, «Justicia sin Estado», que publicó Unión Editorial y que partía de la base de que no puede haber sociedad sin justicia. Ya advirtió Adam Smith que la benevolencia es lo que proporciona belleza al edificio social, pero la justicia es su estructura fundamental: sin ella, se derrumba. Benson dice que asociamos habitualmente justicia y poder político como si no pudiera existir la primera sin el intervencionismo del segundo, y añade que es un error.

El libro contiene un capítulo que habla del famoso Far West americano, y Benson apunta que la violencia en dicho Oeste no era particularmente acusada. La imagen que hemos recibido de los relatos y las películas brota de un prejuicio: como allí había un Estado precario o inexistente, pensamos que debía haber una violencia mayor que en otros lugares con Estados más grandes y consolidados.

Veamos las estadísticas sobre homicidios en Estados Unidos desde 1885 (http://goo.gl/Bz81Qc). Durante el supuestamente salvaje Oeste, la tasa de homicidios en el país era de 0,4 por cada 100.000 habitantes. Eso era la media, y las diferencias no marcaban la inseguridad en el Far West, sino al contrario: la tasa subía en las ciudades como Nueva York y San Francisco.

Más datos políticamente incorrectos: a principios del siglo XX se aprobaron leyes de control de armas lo que, combinado con la Ley Seca, hizo aumentar el número de crímenes hasta la década de 1930. Durante la Segunda Guerra Mundial también aumentó la tasa de homicidios porque los controles de precios y suministros, como era de esperar, fomentaron los mercados clandestinos.

El control de armas se profundizó tras el atentado contra John Fitzgerald Kennedy en 1963, y el resultado fue que aumentaron los homicidios, que pasaron de 4,6 por cada 100.000 habitantes en 1963 a 9,4 en 1973 y 9,8 en 1974.

Las políticas que incrementan el control de los ciudadanos se basan en datos, ampliamente divulgados, sobre los resultados letales de su conducta en ausencia de dicho control. Generalmente son datos distorsionados o abiertamente falsos, como en este caso.

Justo al revés de lo que nos han contado, la relajación de los controles de armas a comienzos de los años 90 en Estados Unidos llevó aparejada una disminución de la tasa homicidios, no un aumento. Y desde el año 2000, dicha tasa ha sido inferior a 7 por cada 100.000 habitantes, es decir, es la más baja en décadas.

Y ahora es cuando las autoridades, emocionadas hasta las lágrimas, quieren aumentar los controles (ninguno de ellos, por cierto, habría impedido los últimos tiroteos y asesinatos masivos: http://goo.gl/ZTmH9Z). Lógicamente, casi siempre alegan que en los tiempos del salvaje Oeste, que no por casualidad se llama «salvaje», con tanta gente armada que había por ahí, las muertes violentas tuvieron que ser extraordinariamente elevadas. ¿Cómo cabe pensar otra cosa?