Martín Prieto
Organizaciones sí gubernamentales
Uno de cada tres españoles se está dando de baja en las ONG o han cancelado su óbolo, no porque la crisis les haya hecho devotos de la Virgen del Puño o se haya desmayado su solidaridad, sino por la desconfianza hacia tantos que comenzaron mintiendo hasta con su denominación. Vitriólicos periodistas franceses tenían a «Médicos sin fronteras» como «Médicos sin escrúpulos» dado que consideran necesario remunerar a galenos, enfermeras, celadoras y administrativos en exóticos paquetes turísticos solidarios sufragados por particulares conmovidos y el Gobierno inconmovible. Mucho antes de que advirtiéramos la necesidad de impulsar a los emprendedores los negociantes del amor al prójimo ya habían creado una tupida red internacional de chiringuitos a los que no alcanzan los ERE. De todo hay en la viña del Señor, desde misioneros religiosos o seglares a modelos que obtienen publicidad dejándose invitar a una gala pro conservación del bombo legüero (se escucha a una legua) en las Pampas. Si las ONG lo fueran de verdad y no se subvencionaran de los gobiernos como la fundación «Mujer» de Elena Valenciano, disminuirían las sospechas sobre ellas. Ada Colau, la Evita Perón de los lanzados, absorbe junto a su amado las ubres del Gobierno, la Generalitat y el Ayuntamiento barcelonés, y sus cuentas son menos transparentes que el refajo de una siciliana. El Tribunal de Cuentas es incapaz de fiscalizar a los partidos y la transparencia que tanto reclamamos es inasequible a tantas ONG supuestamente altruistas. Lenin decía que los capitalistas venderían las sogas con las que les iban a ahorcar. Durante un tiempo los habitantes de las ONG parecieron los rojos del siglo XX tras el derrumbe del socialismo real. Hoy su hez es la de unos avivados cuentapropistas que se han aliviado del INEM, románticos emuladores de los nihilistas prerrevolucionarios de San Petesburgo y adictos a la sedación mental que provoca el buenismo. Ni han leído a Dostoiesky ni harán ninguna revolución. Sólo nos esquilmarán para que paguemos los «escraches».
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