Desarme de ETA

¿Os desarmáis? No, os desarmamos

La Razón
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Poco antes de que ETA decretase su «cese de la violencia» me decía un amigo destinado parte de su tiempo en el sur de Francia con el gracejo que tienen los andaluces: mira, Fusti, «cuando un etarra va ha hacer un pipi tiene al lado a un guardia civil, un policía, uno del Cesid (actual CNI) y si caen por ahí uno de la CIA y otro del Mossad mirándolo para que no manche la taza».

La frase no es muy elegante para empezar un artículo pero sí muy elocuente de lo que allí sucedía, así que eso de la profunda reflexión en el mundo abertzale para el abandono de la actividad violenta no es más que una excusa para tratar de argumentar una derrota en toda regla.

Ahora dicen que se van a desarmar, bueno a entregar las armas, será en todo caso las pocas que saben dónde están porque como explicó muy bien en este mismo periódico el periodista que más sabe sobre ETA, J.M. Zuloaga, hay por ahí dispersos muchos arsenales que los actuales dirigentes no tienen la más remota idea ni de que existen, en algunos casos porque la pista se pierde en el tiempo, en otros porque los actuales dirigentes de lo que queda de ETA en otros tiempos no hubieran servido ni para llevar el café a «Pakito», por poner un ejemplo.

En los próximos días van a montar una pantomima que bienvenida sea, pero a ellos quien los ha desarmado es la Guardia Civil, la Policía Nacional, los servicios de información, los jueces y los fiscales de la Audiencia Nacional, los abogados de las victimas que también hemos hecho lo nuestro, por supuesto toda la sociedad con su rechazo y la comunidad internacional que, aunque tarde, al final se dio cuenta de que estos no eran patriotas vascos sino delincuentes, terroristas sin escrúpulos.

Ésta es la verdad, guste o no, sea o no políticamente correcta, y por mucho que duela en la vanguardia de esa lucha los hombres y mujeres del cuartel de Inchaurrondo, que son quienes más muertos pusieron, quienes más terroristas detuvieron y quienes más comandos desarticularon.

Ahora cada uno puede escribir la historia a su manera y parece inevitable la absurda fascinación que tienen algunos por quienes apoyaron a esta banda derrotada de criminales venidos a menos, como por ejemplo los que equiparan a las víctimas del terrorismo con los familiares de los verdugos, o quienes hacen acto de apoyo implícito a los que apalizaron a dos guardias civiles y a sus novias en Alsasua o quienes incluso de buena fe se han creído la historia de los «hombres de paz» a la fuerza, porque mientras pudieron siguieron extorsionando, secuestrando o matando. Resulta curioso observar la cantidad de expertos que no han visto a un terrorista en vida y cómo dogmatizan sobre esto, aunque ahora esté más de moda, e incluso resulta más rentable ser experto en terrorismo yihadista.

Servidor no es experto en nada, aunque he acusado a muchos etarras y yihadistas, yo he visto la cara de odio de los criminales y la de los «hombre de paz» que les secundaban y venían a aplaudirles a la Audiencia Nacional al tiempo que trataban de intimidarnos a nosotros. Pueden creerme: la mayoría no se arrepentían de nada, si lo hicieran tratarían de cumplir con las víctimas o de ayudar a esclarecer los crímenes que aún no han sido resueltos, lo único que ha pasado es que ya no pueden seguir matando y que ni España ni Francia les ha comprado la historia de una negociación, entre otras razones porque no tenían nada con lo que negociar.

Que entreguen lo que les queda y hagan que aquellos que luchamos de una manera u otra contra ETA seamos ya sólo historia. Pero quede claro que ellos son los derrotados, nosotros les derrotamos y, ante todo, siempre reconocimiento y justicia para las víctimas.

*Abogado de terrorismo y profesor de la Universidad de Barcelona