Restringido
Otoño electoral
A estas alturas de agosto, con el verano decayendo, todo el mundo político, sus allegados y sus voceros están ya pendientes del otoño electoral, que se inaugurará con los inquietantes comicios catalanes organizados por los secesionistas. Éstos se presentan como un incordio inoportuno camino de las elecciones generales que más expectación han despertado en mucho tiempo. Lo que pase en Cataluña el 27-S puede tener alguna influencia sobre ellas, aunque no se adivina bien en qué sentido, si como arrastre o como efecto rebote, que parece lo más probable. De la presente legislatura, caracterizada por la lucha contra la crisis económica y la irrupción de nuevas fuerzas que amenazan con trastocar el mapa político del bipartidismo, sólo resta prácticamente la aprobación de los Presupuestos Generales del Estado para el año que viene, que no es moco de pavo y cuya presentación en las presentes circunstancias dará munición a la oposición para disparar a mansalva contra el Gobierno popular, que es a lo que se dedica. Un repaso elemental al verano de los principales líderes arroja el siguiente saldo: Mariano Rajoy, apoyado en las encuestas y en los datos económicos, parece algo más convencido del triunfo de su partido y de la remontada. Ha hecho un esfuerzo por mostrarse más cercano y más humano, como el político de la gente corriente, andando en bicicleta, haciendo «seltfies» con los que se encontraba por las calles o bañándose en el río (sin gafas, naturalmente, en una imagen inédita). Este esfuerzo de proximidad coincide con el final de la «etapa Arriola» y la llegada de Jorge Moragas, un relevo que ya ha empezado a dar que hablar. Pedro Sánchez ha vuelto a ver ensombrecido este verano su liderazgo, y hasta su rostro, por el rebrote de la crisis de su partido en Madrid y en Cataluña, que no le augura nada bueno. Tampoco le beneficia el convencimiento creciente de que será Podemos su aliado preferente, su pareja de baile, para intentar llegar al Gobierno. Esta alianza, cada vez más cantada por unos y por otros, no favorece los propósitos originales de Pablo Iglesias, cuya figura ha perdido este verano relieve y presencia, hasta llegar a rumorearse su retirada, algo poco verosímil. La presión para que acepte el frente popular de la izquierda le desazona. También Albert Rivera ha presentado un perfil más bajo estas semanas calurosas. Sin embago, sigue siendo el líder político más valorado hoy en España y con el que hay que contar. Tanto Podemos como Ciudadanos pueden ver, al final, limitadas sus pretensiones por la resistencia del voto útil a abandonar a los dos grandes partidos tradicionales y por el miedo a lo desconocido. Así que al final del tórrido agosto no puede decirse que el modelo bipartidista esté liquidado del todo, aunque todo el mundo piensa ya en los pactos y en que se abre una etapa nueva, llena de incertidumbre y posibilidades.
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