Tenis

Alfonso Ussía

Palcos y loros

La Razón
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En las grandes finales de tenis, me fijo mucho en los palcos de los jugadores finalistas. Federer es mucho mejor que los suyos, y Nadal es como los suyos. Federer es un campeón educado y medido, y Nadal un campeón doble, porque se vence a sí mismo. La mujer de Federer es bastante desagradable y la novia de Nadal, Xisca Perelló, es un asombro del dominio y de la clase, además de guapísima. Nadal ha perdido la gran final de Merlbourne por esos pequeñísimos detalles que inclinan la balanza a un lado o al otro. Ha jugado mejor al tenis que Federer y ha sacado mucho peor. Me interesan los comentarios de algunos, pero los de «Eurosport» no me convencen. Es más, me irritan. Ese Jordi Arrese con sus «han habido» y su «facilitat» me abruma. Es de los que explican todo con permanentes contradicciones. «Nadal ha jugado esta bola con gran inteligencia, llevando a Federer de un lado al otro de la pista». En la siguiente jugada, Federer gana el punto. «Nadal se ha equivocado alternando los golpes a un lado o al otro, cuando “han habido” muchas oportunidades de responder con un paralelo». El tenis no necesita de tanta charla y tanto loro suelto. Y sin ánino de parecer patriotero, creo que la frase del que carraspea «en Eurosport no vamos con nadie, somos neutrales», se me ha antojado bastante antipática.

Nadal me parece más grandioso cuando pierde una final como la de Australia que cuando gana. Ahí se resume la buena educación, el sentido del la deportividad, la capacidad de superación y de sufrimiento, la inteligencia, el tesón y el señorío de su tenis. Y en los palcos sucede lo mismo. El palco de Federer –otro grandísimo señor del deporte–, y el de Nadal establecen en sus estéticas similar diferencia que la que separa a Ingrid Bergman de Anna Gabriel, por poner un ejemplo de fácil comprensión.

Nadal y Federer conforman la pareja de rivales más grandes de los últimos cincuenta años del tenis. Sus finales son apoteósicas, y cuando un periodista preguntó al suizo por la rivalidad de Djokovic y Murray, Federer respondió: –Bueno, está muy bien, pero al lado de la mía con Rafa, no tiene comparación posible–. Hoy ha ganado el suizo, pero he visto a Rafa no plenamente recuperado, sino superior a sus tiempos mejores. Y si no hay inconvenientes de lesiones, nos hará a los aficionados españoles y a todos los millones de seguidores que tiene en el mundo, más felices. Felices somos ya por saber que nuestro ídolo es uno de los grandes señores del deporte mundial.

Como diría Arrese «han habido» muchas oportunidades decantadas por milímetros. Escribo en pleno agotamiento. Creo que el que ha disputado la final de Australia he sido yo. Me tiemblan los brazos y las canillas. Me siento triste y simultáneamente, feliz. Triste por la derrota de Rafa Nadal y feliz por lo maravillosamente bien que ha sabido ser derrotado.

En tiempos lejanos, los tenistas eran amigos, y un mal gesto era siempre denunciado por el público. Manolo Santana, otro gran señor del deporte, fue y es entrañable amigo de sus principales rivales. Pietrángeli, Emerson, Laver, Rosewall, Ralston... En la actualidad los tenistas son bastante antipáticos, y entran en el saco de la aspereza también los españoles, exceptuando a Nadal, Carla Suárez y Garbiñe, a la que siempre voy a elogiar por su estética.

Los palcos de los jugadores tienen que dar ejemplo. El de Federer no se comporta como su ídolo. El de Nadal, sí. Y eso también es una victoria de una excepcional familia española. Y para próximas emisiones, quizá sea necesaria la intervención del que carraspea y completamente prescindible la del pelmazo de Jordi Arrese, el loro que no ha parado de hablar sin ton ni son durante la prodigiosa final de Australia.