Restringido
Paloma
Ser amigo de Paloma García Ovejero no me impide escribir este comentario sobre su nombramiento como Vicedirectora de la sala de prensa de la Santa Sede a las órdenes de Greg Burke, un periodista norteamericano –también viejo amigo mío– que sustituye al benemérito jesuita Federico Lombardi después de diez años de servicio. Paloma llegó a Roma hace apenas cuatro años para sustituir a otra Paloma, Gómez Borrero, emérita entre las más beneméritas de esta profesión que hemos definido como «vaticanista», es decir especializada en los meandros vaticanos tan difíciles de seguir y de valorar. Llegó con una excelente preparación universitaria, en Madrid y Nueva York, y después de haberse curtido en la COPE donde desempeñó diversas funciones ganándose el afecto y el respeto de sus compañeros y superiores. Hizo su entrada en este enmarañado universo informativo sin pretensiones, con humildad y sólo apoyada en su profesionalidad y en su incansable entrega al trabajo. En sólo cuatro años logró encontrar su sitio y situarse a la altura de los profesionales que llevaban muchos años trabajándose el pan y el prestigio con sudores y problemas. He podido ser testigo de su crecimiento profesional y al mismo tiempo de su tacto femenino que le abrió paso sin mayores dificultades. Estaba presente allí donde hubiera una noticia–no sólo vaticana también en el campo profano de la política, la cultura o lo social– y sabía transmitirla con calor, seriedad y sensibilidad. Los que han seguido su trayectoria a través de las ondas saben que no estoy exagerando: todos los días su voz cálida y serena sabía transmitir noticias comentadas después de un cuidado análisis y entrevistaba a cuantos sabían que podían confiar en su profesionalidad. Su sucesor o sucesora en la cadena COPE no lo va a tener fácil, pero estoy seguro de que con imparcialidad Paloma le echará no una mano sino todas las que necesite para mantener alto el pabellón de una cadena de radio que por ser órgano de comunicación de la Conferencia Episcopal española necesita tener en Roma una antena firme y segura.
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