Alfonso Ussía
«Par le...»
Es lo que han pedido algunos terroristas después de cumplir condena por sus gravísimos delitos comunes. Lo de autodenominarse «presos políticos» es una broma de mal gusto. Lo de exigir «ya, y sin excepciones», que todos los terroristas que cumplen su condena en las prisiones de España «vacíen las cárceles de presos políticos» es absurdo. Por mí, que se vacíen, porque en España no hay presos políticos, sino criminales que formaron parte de una banda terrorista que asesinó a centenares de inocentes y les negó el derecho a la vida. Por otra parte, mal día eligieron los etarras para pedir semejante arbitrariedad. El vigésimo noveno aniversario de la masacre de la Casa-Cuartel de la Guardia Civil de Zaragoza. Ríos y lagos de sangre entre escombros decentes. Sangre de niños que iban al colegio. Una de las canalladas más infames de la nauseabunda banda terrorista, orquestada por Urruticoechea, también conocido por «Josu Ternera», que llegó a presidir la comisión de Derechos Humanos en el Parlamento vasco poco antes de escapar de la Justicia. Sus últimas imágenes, paseando con una mujer, fueron captadas en Francia. Se comenta ahora que atraviesa por un trance complicado con un cáncer terminal. A ver si el cáncer se comporta con más decisión y rapidez. Por primera vez le quedaríamos muy agradecidos al cáncer.
Fueron tiempos terribles. Le pidieron opinión de la masacre al entonces obispo de San Sebastián, monseñor José María Setién. Y el señor obispo respondió que «no acostumbraba a opinar de sucesos acaecidos en otras diócesis». En el programa del «Debate sobre el Estado de la Nación» de Luis del Olmo, que se emitía desde la COPE, propuso Luis que recitáramos cada uno de los colaboradores –Antonio Mingote, Tip, Ozores, Chumy, Coll y el arriba firmante–, unos versos navideños. Yo no estaba con ánimos para versitos navideños, y recité cuatro octosílabos. «En el Portal de Belén/ nadie toca la zambomba,/ porque un hijo de Setién/ ha colocado una bomba». Fui inmediatamente expulsado de la COPE, pero la presión y oposición a la medida empresarial de Luis Del Olmo, Tip, Antonio Mingote y Ozores, sirvió para que el entonces secretario de la Conferencia Episcopal, monseñor don Fernando Sebastián, nos recibiera a Del Olmo y a mí en su despacho. Le acompañaba otro obispo, muy callado y complaciente. Y monseñor Sebastián no inició la charla con buen tino. Se le nublaron las palabras. «Usted, señor Ussía, está siendo implacable con los obispos de ETA». Me limité a recordarle que menos implacable que él, que se había referido «a los obispos de ETA», y no a los obispos vascos. «Nada tengo contra los obispos vascos, exceptuando a monseñor Setién, que está mucho más cerca de los que matan que de los que mueren». Fui readmitido después de Navidad. Me confirmó María San Gil el escoramiento de Setién, cuando visitó al obispo de San Sebastián para rogarle mayor ecuanimidad. «Señor Obispo, me siento y nos sentimos –la ETA acababa de asesinar, en presencia de María, de un disparo en la nuca a Gregorio Ordóñez–, olvidados, despreciados y maltratados por nuestro obispo». Setién, que no se había incorporado de su silla cuando María accedió a su despacho, sonrió benevolente y le preguntó: –¿Dónde está escrito que sea obligatorio querer a todos los hijos por igual?–. Y María San Gil, a la que tanto añora el PP vasco de verdad, le dio la espalda a Setién y abandonó el despacho del obispo dando un portazo de órdago.
Tiempos terribles. Y ahora vienen unos terroristas a exigir que todos los etarras condenados que cumplen su deuda –impagable– con la sociedad española, «ya y sin excepciones, tienen que ser liberados».
Sucede que los gobernantes no se saltan las normas de lo políticamente correcto. De lo contrario, habría que dedicarles una higa o butifarra, o un mayúsculo y unánime corte de mangas, y al grito de «tururú» mandarles a tomar por saco, que es la manera más fina de desearles que les den muy mucho –como se dice en Francia– «par le cul».
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