Enrique López
Para siempre con las víctimas
El terrorismo es una sucesión de actos de violencia que se caracteriza por inducir terror en la población civil de forma premeditada y así lo sufrimos en España durante muchos años. Hemos padecido la larga lacra de ETA, y también un tremendo zarpazo del terrorismo yihadista, lo cual nos ha costado muchas vidas, heridos, privaciones de libertad, cuantiosos daños, y también ha provocado el exilio para ciudadanos que vivían en el País Vasco, ante el temor de perder sus vidas. El terrorismo ha pasado de ser una actividad esporádica, limitada en sus fines concretos y territoriales, muy personalizada en lo que a ejecutores y víctimas se refiere, a convertirse en una actividad criminal masiva, difusa e indiscriminada, tanto por el objeto del daño como por la ubicuidad espacial que le prestan el desarrollo técnico, la complejidad y el perfeccionamiento de los medios empleados para llevarla a cabo. Pero todo tipo de terrorismo tiene algo en común, un elemento involuntario pero a la vez necesario, las víctimas. Las víctimas son ese elemento necesario para un terrorista, que, no siendo el objetivo final, sufren en sí mismas el azote del terror, si bien el terrorista actúa con premeditación y ventaja y su objetivo final no es la víctima u objeto afectado sino la consecución del cambio que persigue. Por muchos esfuerzos que hagamos para distinguir o diferenciar los múltiples terrorismos que cabe identificar en la historia, todos ellos se caracterizan por un elemento común que no es otro que la víctima. Las víctimas en el terrorismo etarra, han sido muchas veces desconocidas bajo una cifra estadística que tan poco significaba en su mero guarismo para los desalmados cuando planificaban y ejecutaban sus propósitos criminales, pero desde el asesinato de Miguel Ángel Blanco se ha conseguido que todas las víctimas vuelvan a tener nombre, familia, una historia, se las ha dignificado. Nada ni nadie puede perturbar este estado de cosas, puesto que las víctimas necesitan dignidad, justicia y memoria, y se lo merecen por el ejemplo que han dado, tanto frente a la barbarie de ETA como a la del yihadismo, respondiendo siempre con una ciega confianza en el Estado de Derecho, y por ello, el Estado de Derecho no puede defraudares. La sociedad ha estado y debe estar al lado de las víctimas, estén donde estén, por que se lo merecen, se lo han ganado, dando un ejemplo de fortaleza y generosidad inalcanzables para los que no hemos vivido directamente su drama. Nadie puede cambiar esto. En España, como en el resto del Mundo, se han cometido delitos, se ha causado daño, y esto no puede ser pervertido bajo frías y calculadas equidistancias, que por sí mismas llegan a convertirse en uno de los triunfos de los terroristas, pues a fuer de tanta equidistancia, lo que se consigue es la división, y para ello no tenemos tiempo ni lugar. Honremos a las víctimas y su memoria, y sigamos apoyando a sus familias, es el mejor tributo a su injusto sacrificio, pero no olvidemos que su muerte solo pude tener un sentido, mantener la unidad en la defensa del Estado de Derecho y de la Dignidad.
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