Política

Parque jurásico

La Razón
La RazónLa Razón

Gasistas rusos exhumaron en Siberia un mamut tan bien congelado que ofrecía un aceptable tejido sanguíneo. Paleontólogos, biólogos y periodistas, dados más a la imaginación que al empirismo, propalaron el supuesto de elaborar con aquello un cigoto a implantar en una elefanta, clonando así la especie desaparecida hace miles de años. Por supuesto que nada se ha vuelto a saber de aquel recuerdo del doctor Frankenstein y remedo de una ciencia soviética que alcanzó el espacio pero no descubrió una vacuna. El ejercicio de mirar atrás está de moda y los millones de años que nos separan de los dinosaurios también hicieron esperar la clonación de los alados gestándolos en un avestruz, ya que a la postre el pavo es lo más parecido genéticamente a un Pteranodon de los que poblaron los cielos. Ensoñaciones tentadoras que supo explotar Michael Crichton en su novela «Parque jurásico» que dio pie a una teoría de películas y videojuegos dado el masivo consumo de todo lo que ofrezca un viaje a la regresión. Hasta la astrofísica busca con más empeño el origen del Universo que la comprensión de su destino en su misteriosa expansión hacia el infinito. Muchos, seguramente bajo el engaño de una «fata morgana», creíamos haber contemplado el derrumbe estrepitoso del socialismo real, con muchedumbres cruzando las fronteras del balneario comunista tal como hoy los pobladores de Asia menor hacia Europa. Quedaban, sí, las reservas o los parques de las monarquías norcoreana y cubana, más las mixturas experimentales de China y Vietnam. En cualquier caso, la encomiable utopía del nuevo hombre comunista se había tenido como intelectualmente zanjada. Pero Fidel Castro y Lula da Silva cayeron en cuenta que quedaba el ADN y con la información helicoidal de lo que había sido y no fue y ya está extinto clonaron el socialismo del siglo XXI, cuya mejor expresión es el chavismo y el alienado Nicolás Maduro. Que ese gatuperio de laboratorio haya podido llegar a Europa y prender en Grecia y España demuestra hasta qué punto sociedades desarrolladas son susceptibles de ser atacadas por esta fiebre de volver a escribir un pasado que está analizado por la Historia como infame. Hemos olvidado que la aparición del ser humano se debió a la extinción de los dinosaurios, de los que nunca fuimos contemporáneos, y no advertimos algo tan obvio como que la marea populista es un vientre de alquiler donde se clona un «Tiranosaurius rex» felizmente desaparecido.