Alfonso Ussía

Pascua y Defensa

El «Comando Abdicación» sólo repara en lo superfluo. Eso que se ve y puede dejar de verse. Una cojera circunstancial, por ejemplo. Un atril mal colocado. Las consecuencias de esa coquetería del Rey de no ajustarse las gafas en público. Resultó doloroso el desencuentro del papel con la mirada del Rey porque se trataba de la Pascua Militar, que para el Rey no es lo mismo que equivocarse en el discurso de inauguración de un nuevo laboratorio de antibióticos. El Rey es un militar que lleva a sus compañeros de Armas y a la Guardia Civil muy anclados en sus sentimientos. El que discuta que el Rey no pasa por sus mejores momentos merecería el título de «pornomonárquico», el mismo que le concedió el malvado y astifino Emilio Romero al bondadoso colaborador y corresponsal de ABC Julián Cortés Cavanillas. El día de la Pascua Militar, física y anímicamente, el Rey estaba tocado y herido, pero nada más. Lleva muchas celebraciones a sus espaldas, y tocado y herido, resumió en una corta frase la realidad de los soldados de España: «Sois los primeros en ofrecer y los últimos en recibir». Los conoce bien.

Leí el formidable artículo que firmó en LA RAZÓN días más tarde Luis Alejandre Sintes, el que fuera Jefe del Estado Mayor del Ejército y hoy, para bien de nuestras páginas, ilustre colaborador del periódico. Escribía el general Alejandre que en los últimos años el presupuesto de Defensa ha disminuido en un 35%, es decir, una catástrofe. Llegará el día, y muchos apenarán sus pasadas estupideces, en el que aprenderemos a la fuerza que la Defensa es tan importante para la sociedad moderna como la Sanidad o la Educación. En su discurso, previo al del Rey, el ministro de Defensa Pedro Morenés se refirió a los presupuestos y afirmó que si se mantenía el paulatino y brutal recorte en los presupuestos militares, los Ejércitos pasarían a ser bellos e inútiles escaparates. Con todos los respetos. El Gobierno que ha recortado drásticamente los presupuestos de las Fuerzas Armadas, ya escandalosamente mutilados por los anteriores Gobiernos socialistas, es el Gobierno de España al que pertenece el señor ministro de Defensa. Si el ministro de Defensa se manifiesta públicamente en desacuerdo con la política del Gobierno de Rajoy respecto a los gastos en Defensa, lo lógico sería golpear con suavidad el despacho del Presidente del Gobierno, acceder a él cuando obtenga el reglamentado permiso, depositar en su mesa una carta de dimisión y abandonar el despacho por la misma puerta de acceso con la serenidad y el orgullo que proporciona el deber cumplido y el respeto a la propia palabra. Los ministros de Defensa de los Gobiernos de España llevan quejándose mucho de la desmedida rebaja en los presupuestos de Defensa, pero ninguno se ha marchado en señal de protesta por el agravio comparativo que sufren nuestros soldados respecto a otros ministerios, autonomías, organizaciones y carcúmenes de enchufados que se reparten los euros que les disputan a las Fuerzas Armadas, y que un día, no lejano, se echarán de menos con urgencia y alarma. No me refiero a los problemas del separatismo, que eso lo arregla la Guardia Civil. Me refiero a una organización denominada Al Qaeda, muy cercana, muy bien infiltrada en nuestra sociedad y maravillosamente tratada y comprendida por quienes aborrecen de nuestras Fuerzas Armadas y depositan su amor en los Ejércitos de Corea del Norte y Cuba.

Si hay que irse para que este Gobierno reaccione, la puerta está abierta. Que a este paso, nuestras Fuerzas Armadas terminarán cantando la triste «soleá». «Tengo las manos vacías/ de tanto dar sin tener,/ pero son las manos mías».

La Defensa de España no es un juego.