Debate de investidura
Pasodoble
En estos días que los políticos vacacionan en la clandestinidad para evitar el linchamiento público y publicado, la tradición tiene algunos resortes con los que matizar los rigores. En un par de días la España rural espantará su dramática realidad de abandono, olvido y despoblación. Se vivirán los espejismos que agudizan los ingenios creados, fermentados o destilados....Y hasta dentro de un año. Por eso el puente de agosto es mal momento para el pacto porque se cimenta sobre lo más inestable del calendario, claro que luego llega la feria democrática de gallegas y vascas y al pescado que no esté vendido sólo le queda la putrefacción. Así que la gestión de estos próximos días es la que marcará nuestro futuro inmediato. Por eso es esencial que se aparque cualquier rutina, hasta la negociadora, y se busquen los espacios para el disfrute y el «reseteo». Para activar ese resorte del alma que sólo se encuentra en un momento muy concreto. Es ese instante en el que sientes el deseo de abrazar a compás, deslizarte en paso corto y cerrar el ciclo con alguna vuelta incluso a «mano suelta». Son las ganas de sacar a bailar. Cuando las verbenas eran analógicas y en las cajas de los graves cabía una familia numerosa. Cuando nadie utilizaba en conversación de «qué tal» palabras como «disruptivo» o «contracíclico». Cuando las señoras se encontraban mucho antes de que Mecano cantara. Cuando la vida salía al encuentro sin tener ni puñetera idea de Martín Vigil... En esos «cuandos», y otros cuantos, la banda sonora la ha puesto un pasodoble. Un género abandonado, horteramente desplazado por el vals en los bodorrios y por el sinsentido abusivo de las congas sin destino. En el pasodoble, el de baile con o sin faena postrera, hay compás y hay confidencia, hay abrazo. Hay rigores de banda y hay matices a la trompeta que pueden competir en tramos cortos con los ligados de Miles Davis. Hay trompetistas de templete y galera que han templado el solo de «en er mundo» hasta bruñir en plata labrada el latón y festonearlo en un «ole». Quienes quieran asomarse a esa emoción sólo tienen que ver la escena de «El Sur» de Víctor Erice en la que Omero Antonutti y Sonsoles Aranguren dan vida a uno de los momentos más evocadores del cine patrio. Un escenario incomprensible sin la sencillez desnuda del pasodoble. Quien quiera algo más festivo y seguir en la verbena siempre puede optar por «Amparito Roca» en la versión de la Orquesta Platería. Pero en cualquiera de los casos el abrazo firme, el susurro cadente al oído y la vida siempre un paso por delante para verla venir.
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