Julián Redondo
Patinar y patinazos
Me aseguran que Villar no acudió a la reunión de los derechos de televisión con Wert porque el
ministro, o su departamento, no le envió la invitación por el conducto reglamentario –cuando los 40 años de paz cualquiera que ostentara un cargo temía la aparición del motorista más que a un
«nublao» y ahora que el «mail» y el teléfono son la inmediatez se le añora–, y que, además, no tenía sentido formar parte de la mesa de negociaciones, estando decidida la cantidad asignada a la RFEF sin que ésta hubiese dicho estos derechos televisivos son míos. Y me desvelaron que cuando Miguel Cardenal tomó posesión de la presidencia del Consejo Superior de Deportes le pidió a Villar que renunciara durante tres años a la subvención del CSD en beneficio de 25 federaciones al borde de la quiebra. Si esto es cierto, quiere decirse que Villar no ejerció de buen samaritano por voluntad propia, como a todos nos habían hecho creer, sino porque su entonces amigo Cardenal se lo solicitó... O sea que éramos pocos y parió la abuela, con lo que más vale olvidarse de los despachos, del fútbol, de la huelga de la pelota que está al caer y de los dirigentes y centrarnos en lo que de verdad importa: Javier Fernández, que patina como los ángeles, aunque lo suyo no son precisamente los patinazos. Como Santana, Ballesteros o Indurain, Javier destaca en una especialidad en las antípodas del costumbrismo deportivo español porque posee un talento natural extraordinario, y porque otro, Villar, Mir, arrima 100.000 euros anuales a su formación y desarrollo, lo que le permite entrenarse en Canadá y sortear la sequía que todavía padecen las tesorerías de tantas y tantas federaciones, a pesar de la sugerida renuncia de Villar, Ángel María. Gracias, Javier.
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