Alfonso Merlos
Pedalada a pedalada
El reto era y es dificilísimo. A García Albiol le entregaron a los pies de Alpe d’Huez una bicicleta con aleación de la época de Perico Delgado al grito de «¡adelante, a por las 21 curvas!». En frío. Sin precalentamiento. Casi sin aviso. Sin la ventaja de los que llevaban las piernas no castigadas sino calientes, antes de afrontar la etapa más difícil. Y aun así, el sondeo de LA RAZÓN acredita el sólido pedaleo del candidato del Partido Popular. Y su ambición.
Por una razón. Lo está haciendo entre bien y muy bien. Presentándose como un político ya cuajado, con hechuras, con las ideas claras, sin dobleces, capaz de llamar a las cosas por su nombre le moleste a quien le moleste. Es un perfil que hoy en la esfera pública suma: creíble, cercano, directo, alejado de los meandros, los circunloquios y los pantanos en los que el agua del debate de interés general permanece estancada y puede hasta verdear o apestar.
Xavi está afrontando una verdadera contrarreloj. A sabiendas de que debía esprintar desde el primer momento, sin un segundo que perder. Lo está haciendo. Con un doble mérito. El primero, el de instituirse en baluarte de inquebrantables convicciones frente a un independentismo que a veces parece al borde de la pájara. El segundo, el de posicionarse como un dirigente con ropajes nacionales: con instinto y vocación para ocuparse y preocuparse de temas candentes que afectan de lleno a cuarenta y siete millones de compatriotas.
Como los grandes escaladores, está empapando el maillot. Porque sabe que cada gota de sudor es un voto. Y cuanto más le termine pesando la camiseta, más serán los sufragios que contará el 27-S. No serán pocos.
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