Ley electoral
Pedrito piscina
El líder socialista parece ya en esa caricatura de Pedrito Piscina que él mismo se ha trazado el juguete roto de un partido hecho añicos, un puzle difícil de resolver incluso para avezados jugadores de ajedrez. El resultado que vaticina el CIS, el gran oráculo Masterchef, lo coloca de nuevo como un remedo de aquel jugador de Dostoievski que pierde y aguarda la muerte de algunos barones para recibir su herencia y seguir así agarrado a la ruleta para sobrevivir el tiempo que pueda a su desgracia. Mientras la bola da vueltas, hay esperanza. El círculo vicioso. La adicción al poder es tan fuerte que no hay tragedia que pueda curarla.
Pero el crédito empieza a acabarse. Las sirenas de Ferraz susurran al oído de los tripulantes de la nave de los locos los inconfesables planes de Sánchez. Llegar hasta el final en el casino de la legislatura hasta que no le permitan la entrada. Nadie lo verbaliza públicamente porque está en juego también la propia existencia de los que conocen el secreto a voces, pero en los reservados dejan volar hacia nuestros oídos la estrategia suicida. Las otras sirenas, las del sur, quieren cazar al atún, fuerte y poderoso como un toro, aún sabiendo que en la almadraba el mar se tiñe de sangre. Esperaban el momento oportuno a principios de verano, en plena temporada de pesca, y ahora ya sólo les queda pillarlo congelado como para hacer sushi. No pasará. La cobardía de los barones es mayor que su pánico.
El «no es no» fracasa en los sondeos vascos y catalanes. Si estas urnas suponen un referéndum al galimatías de Pedro ya puede cambiar de discurso. No lo hará. Lo peor, no obstante, para el PSOE es la constatación de su propia anemia. El partido parece uno de esos cadáveres de película que no acaban de aceptar que pueden pasar al otro lado para siempre si no encuentra un hechicero que los atraiga hacia la luz. Los socialistas vascos, antaño árbitros en una comunidad donde llegaron a gobernar haciendo la vista gorda de sus desvaríos equidistantes, a lo Julio Medem, son hoy sólo posibles suplentes del PNV, el deseado, el más inteligente de los partidos nacionalistas. El PSOE perdería la mitad de sus diputados. Sus dieciséis escaños se quedarían en ocho. Una catástrofe. El hombre deshabitado lleva a los socialistas a la irrelevancia. Transparentes en el mal sentido de la palabra. Una mala noticia para España. Como ya les pasó en Cataluña. En Galicia, donde hicieron persona «non grata» a Rajoy, el pueblo le responde con otro corte de mangas.
Sube la marea. Pero en la piscina de Pedro, desde donde se dirige el país en chanclas, el agua no se mueve. De confirmarse el augurio, el 26 de septiembre se producirá el tsunami en una bañera. Ahora hay que vender coherencia, tan escasa como el papel higiénico en Venezuela mientras el jugador aguarda, como todos los ludópatas, a que la suerte cambie. A estirar el chicle del «caso Soria», por ejemplo. Hagan juego. Pedro seguirá perdiendo, que es su manera de estar vivo.
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