Portugal
Peligran el lince y el negocio...
Los defensores profesionales del medioambiente son agentes de una industria que pelea por su supervivencia y araña márgenes de beneficio a su billonaria facturación. Intentan engordar sus cuentas en la muy competitiva sociedad capitalista con una actividad igual de legítima, pero también con idénticas connotaciones morales, que cualquier otro trabajador. Hay quien paga su hipoteca alimentando añejas supersticiones contra la energía nuclear (¿qué corporaciones, con interés en las renovables, financian a nuestros insobornables activistas?) y quien se gana el pan fabricando armamento pesado. Nada que objetar en ninguno de los casos. El incendio que ha asolado Doñana es primo hermano del que dejó sesenta muertos (¡¡sesenta!!) en la vecina Portugal. Pero nuestros ecologistas de jornada, ay, no hallaron lágrimas para derramar por el reguero de cadáveres humanos mientras que hoy vierten un Guadiana porque no localizan a una docena de linces, esos gatos tontos que llevan decenios intentando extinguirse pese al desvelo (y al despilfarro) conservacionista de nuestras administraciones. Será, tal vez, que el fuego amenaza a la pingüe división onubense del negocio ambientalista. Como metáfora de lo andaluz, la realidad del lynx pardinus es tristemente precisa: felino supuestamente depredador pero incapaz de cazar, habita el coto en régimen de VPO sin pagar alquiler, mientras la Junta le procura el sustento y lo mima para animarlo a la procreación, a la que es reacio porque es perezoso incluso para la coyunda. Es el perfecto subsidiado, o sea, al que sólo falta dotar de derecho de sufragio para que apuntale la mayoría socialista en la provincia más occidental. Total, ya abrevan del pesebre público viceconsejeros y directores generales con menos discernimiento...
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