Cristina López Schlichting
Pequeño Papa valiente
Tirar de la manta y destapar la pederastia en la Iglesia no ha sido sencillo. Hay quien piensa que el escándalo empeora incluso las ya horribles consecuencias del mal. Que es mejor resolver las cosas con prudencia y en silencio. En estas consideraciones estaba la curia cuando irrumpió el ciclón Benedicto XVI. Del Papa saliente se han elogiado muchas cosas, bonhomía, amor a la libertad, humildad, intelectualidad, pero lo que ha marcado definitivamente las acciones de su Pontificado ha sido la tremenda apuesta por la verdad transparente. Mantas fuera, armarios fuera, papeles boca arriba. Es precioso comprobar que cada Papa, como hombre de su tiempo y su época, viene marcado por un nacimiento y una trayectoria específicos. Juan Pablo II tenía una sensibilidad poética y un carácter apasionado y cariñoso típicamente eslavos. Físicamente, era una atleta, lo que le garantizaba gran espontaneidad corporal y mucha expresividad. Este papa pequeñito, Benedicto XVI, es todo menos un deportista. Es más, detesta el deporte y sólo soporta pasear. Supongo que se aburre. Joseph Ratzinger, y no descubro nada, es el clásico pensador alemán. Y como tal, valora la verdad por encima de todo. A muchos mediterráneos pícaros les resulta complejo entender la obsesión de los centroeuropeos por la sinceridad. Que una ministra dimita, no por copiar en su tesis –como se ha dicho–, sino por no consignar correctamente todas las fuentes bibliográficas de la misma, es inimaginable en Italia, Grecia, Portugal, España y seguramente hasta Francia. Pero para sus vecinos esa señora es deshonesta, miente y hace mal su trabajo. No es digna del servicio público. En Alemania, escamotear a Hacienda es robar; cambiar datos del currículo, prevaricar; disfrazar las cosas, mentir. A Benedicto XVI los pecados y delitos de la Iglesia le han abrasado por dentro porque no concibe la Iglesia, no ya sin verdad –que creo que es universal a todos los cristianos–, sino sin sinceridad. Sabe que existe el pecado, que es consustancial al hombre, no se escandaliza, pero no recurre a los tapujos. «Aquí no se tapa más lo que hay», ha debido decirles a los mediterráneos. Y, pequeño y todo, ha hecho gala de una voluntad gigante que se ha llevado por delante todos los obstáculos de una curia antediluviana y bizantina, especializada en driblar.
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