Rosetta Forner
Piel de toro
Las personas, cuando tenemos un conflicto interior y no le damos salida, lo proyectamos en otros expresándolo en forma de ira, rabia, rencor o denostación o bien nos lo guardamos dentro hasta revelarse de forma somática (dolores, enfermedades...). En España, vivimos instalados en un malestar generalizado. Una de sus manifestaciones es esa búsqueda pertinaz del «enemigo» (chivo expiatorio) al que endilgarle la «culpa» de algo. No a la «tortura», claro que sí, siempre y cuando esta excluya la demagogia. En esta sociedad de «poses», se defiende el «no a la guerra», pero se denigra y vilipendia a todo aquel que no piense igual –al arrogarse una superioridad moral se ventilan los demonios interiores–. Fomentar el conflicto para resolver temas, que hunden sus raíces en lo emocional y están arraigados en el inconsciente colectivo, no es recomendable. Cuando se quiere convencer a alguien de sostener una postura equivocada, no hay que presentarse como alguien que «está en posesión de la verdad» o como autoridad moral. «No al conflicto», es la consigna que propongo. Defender «el NO al maltrato animal», debe arroparse en la congruencia, esto es, en nuestras vidas deberemos ser amables con el vecino, tratar bien a padres, parejas, hijos, amigos... Si se usa la violencia psicológica –que no se ve pero se siente– y se defiende el maltrato animal, es usar la hipocresía. Y a eso debemos darle un NO rotundo. No soy taurina, no voy a los toros. Me opongo rotundamente a todo tipo de maltrato animal y humano, sobre todo al maltrato de un semejante humano. Por cierto, la idea, que ha tenido el alcalde de Tordesillas de hacer una consulta popular, está muy bien.
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