Rosetta Forner

Pijamas

La Razón
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La enfermedad nunca es bien recibida, y menos si se trata de un niño. Creemos que el niño es un ser inocente, por tanto, no es merecedor de las vicisitudes y miserias de la vida. ¿Por qué un niño tiene que estar enfermo? «Para curar heridas del alma», podría ser una respuesta –que seguro muchos no entenderían–. Asumimos que enfermamos porque hay virus y bacterias que nos juegan malas pasadas. Al parecer, la enfermedad ha acompañado al ser humano desde los inicios. Antiguamente, la enfermedad era tratada holísticamente: cuerpo, mente y alma. Se tenía en cuenta al ser humano, a su corazón proverbial (sus emociones), su sentir, cómo estaba su vida, no sólo qué comía o con qué virus andaba... Que un niño llegue enfermo a este mundo puede ser algo «genético». Pero, ¿qué quiere decir eso: que los padres tienen la culpa de su enfermedad? Al parecer, echándole la culpa a la genética ya no nos cuestionarnos nada más. ¿Por qué un niño que no pasa hambre, está bien atendido y es amado tiene que estar muy enfermo (con cáncer, por ejemplo)? Sinceramente, a pesar de tener mis teorías, no tengo respuesta, y me parece una mala jugada del destino. Empero, los niños afrontan las situaciones difíciles con una entereza, ánimo y, sobre todo, con una creatividad que los adultos deberíamos imitar.

En la escena inicial de la película «City of Angels», la niña a la que ha ido a buscar el ángel de transición (personaje interpretado por Nicholas Cage), al saberse muerta y ver llorar desconsoladamente a su madre, le pregunta al ángel: «¿Adónde vamos?». Él responde sucintamente: «A casa». Ella vuelve a preguntar: «Y, mamá, ¿viene? ¿Lo entenderá?». Él responde: «Vendrá en el futuro... Algún día lo entenderá...». La niña le mira, y sonríe. Mientras se van cogidos de la mano, el ángel le pregunta: «¿Qué es lo que más te gustaba?» Ella responde: «Pijamas». Para mí, esta escena es un ejemplo de la simplicidad de los niños y su forma de abordar situaciones muy duras.