Ángela Vallvey
Plagios
En Alemania, a los políticos los echan del cargo por plagio. Plagiar es una forma de mentir y de robar que siempre se acaba descubriendo. Plagiar es fingir y disimular, por eso al plagiador se le atribuye un carácter tramposo que no queda nada bien en una persona que se presume decente, y menos en un político (que se supone «persona»). Al plagiador lo pierde su ambición y pequeñez de espíritu, su falta de excelencia, y su escasa capacidad intelectual disfrazada con el talento ajeno para hacerse pasar por lo que no es. Y eso que, para no robar, basta con utilizar las humildes y maravillosas «comillas» (« » ): esas que indican la cita, igual que cercas que señalan la propiedad ajena. Realmente, hay que ser miserable, tener una personalidad tan ávida como roñosa para no usar comillas cuando empleamos las palabras –las ideas– de otros, haciéndolas así pasar por pensamientos propios. Hay que ser un usurero para negarles a los demás su propiedad intelectual, para no mencionarlos siquiera. Quien hace eso, prueba que está a la altura del que le roba la piruleta a un niño y el bolso a una anciana.
El plagio está más extendido de lo que creemos. En nuestra era digital, la falsedad se ha digitalizado mucho antes que el DNI. Hoy es más fácil que nunca practicar el «Cut & Copy & Paste» (Cortar, Copiar y Pegar). Antaño, los amanuenses o copistas eran máquinas humanas de fabricar libros primorosos antes de la aparición de la imprenta. Hogaño, Internet es un «Rincón del Vago» inagotable donde el plagiador –vacío, de cerebro exiguo y viles codicias– se sirve a indiscreción.
...Y, bueno, a lo que iba: que ojalá que en España nuestros políticos «sólo» pecaran de plagiadores de tesis doctorales, como en Alemania. (Esto sería Jauja, ¡pardiez!).
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