José Antonio Álvarez Gundín

Podemos, luego cabalgamos

Incluso una lectura benevolente de su ideario de combate no puede ocultar la banalidad intelectual de Podemos, el moho doctrinal que exuda su programa electoral, como de mercadillo del Este para turistas en el que se ofrecen al peso «pins» de Lenin, medallas del Ejército Soviético y metopas de la hoz y el martillo sobre silueta de Stalin. Lo que se llama un «programa vintage» con un intenso olor a alcanfor que tira de espaldas. Que un cabo furriel como Hugo Chávez sea su mentor espiritual da una idea de por dónde va la renovación ideológica de la izquierda. Sin embargo, una de las mejores noticias de las elecciones europeas es que las huestes de Pablo Iglesias Turrión hayan obtenido cinco diputados, uno menos que la vieja casta de Izquierda Unida. Como teóricos serán insolventes, pero como políticos merecen todo crédito. Aunque sólo sea por haber demostrado a los demás partidos que no hace falta gastarse más de cien mil euros para ganar un millón de votos.

Se mire como se mire, lo que más le conviene a la salud democrática de España es que Podemos haya ingresado en el sistema parlamentario y pase a formar parte de sus instituciones. Ahora ya sabemos, con exactitud casi matemática, la dimensión del 15-M, cuántas son las divisiones de indignados que capitanea Iglesias Turrión y qué trozo les corresponde de la tarta electoral. Quienes acusaban a los diputados de no representarles, ahora ya tienen a sus genuinos representantes; quienes proponían asaltar o rodear el Congreso han decidido entrar en la sede de la soberanía popular sin darle patadas a la puerta. Es mejor para todos que empleen la voz y no la coz para defender sus postulados, que estén dentro y no fuera. Al fin, los campistas de Sol, los príncipes de las mareas y los marchantes de la dignidad ya tienen en quién depositar sus anhelos y a quién reclamar en caso de siniestro. Bienvenidos a la democracia sin adjetivos. No es verdad que Iglesias Turrión sea un charlatán cuyo mérito mayor consista en fatigar tertulias televisivas. Tertulianos los hay a patadas, algunos mejores que él, pero ninguno sacaría un millón de votos así estuviera saltando de plató en plató durante 40 días y 40 noches. Si el líder de Podemos lo ha logrado es por su habilidad para catalizar el ánimo de quienes se sienten huérfanos de la política, ajenos a las instituciones e incomunicados con los partidos tradicionales. Que lleve coleta no significa que sea una simple coletilla de la izquierda. Otra cosa es cómo evolucionará el artefacto, si logra consolidarse en las próximas elecciones generales como un nuevo partido o si se agostará como flor de primavera.