José Antonio Álvarez Gundín
Populismo de ocasión
A Manuel Valls, el ministro socialista mejor valorado de Francia, nadie le pidió las grabaciones de los gendarmes desmantelando campamentos gitanos ni interceptando autobuses escolares para expulsar del país a adolescentes sin papeles. Por el contrario, su decisión recibió el aplauso de la oposición y logró reeditar el consenso básico entre los dos grandes partidos sobre la inmigración. Ni los socialistas ni los conservadores pueden permitirse disputas que sólo benefician a Le Pen y alimentan la xenofobia galopante. Sería de mucho provecho que los socialista españoles se miraran en el espejo de sus compañeros franceses, en vez de hacer sangre política haciendo política con la sangre. Los quince muertos de Ceuta son una tragedia, pero pronto serán una estadística si PP y PSOE no se ponen de acuerdo sobre cómo proteger las puertas de entrada ante las que se agolpan más de 30.000 subsaharianos. Mientras la inmigración sea utilizada como arma de fogueo, no habrá valla en Melilla lo bastante alta, ni espigón en Ceuta lo bastante largo para detener el incesante oleaje humano que aspira a cumplir su sueño en Europa. Las disensiones entre socialistas y populares alientan a las mafias que trafican con la desesperación, al acecho de cualquier grieta legal o política. Rubalcaba, que fue ministro del Interior, lo sabe bien porque tuvo que bregar duro en Senegal, Mauritania y Marruecos para taponar las vías de agua. Por eso sosprende ahora su populismo de ocasión. Lo sensato sería que consensuara con el Gobierno la reforma de la Ley de Extranjería. Pero es de temer que Rubalcaba no sea Valls. La diferencia es que el socialista francés tiene el apoyo del 70% de sus compatriotas, mientras que el español no inspira ninguna o muy poca confianza al 90% de los suyos, según el último CIS.
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